En un post anterior, comentamos el concepto de Síndrome del Edificio Enfermo y vimos cuales son algunas de las características comunes, que comparten este tipo de construcciones. Hoy vamos a centrarnos en los “síntomas” negativos, que sobre la salud, presenta la población trabajadora en este tipo de edificios.
Lo primero que hay que tener en cuenta y que ya comentamos anteriormente, es que, para que podamos considerar que estamos ante un Síndrome de Edificio Enfermo, el porcentaje de afectados ha de ser mayor al 20 % del total de ocupantes permanentes.
Lo segundo que debemos tener en cuenta, es la relación temporal de los mismos con la permanencia en el edificio. Es decir, los síntomas deben aparecer con posterioridad al inicio del trabajo en el edificio y además, deberían desaparecer o al menos mejorar notablemente, cuando termina la jornada laboral y sobre todo los fines de semana y en los periodos de vacaciones.
Teniendo esto en cuenta, la literatura especializada y los estudios de campo realizados al respecto en todo el mundo, han permitido describir un conjunto de síntomas, que pueden clasificarse en distintos grupos.
- Oculares: escozor y enrojecimiento, sequedad ocular y todo lo contrario, lagrimeo.
- Vías Respiratorias Superiores: goteo nasal (rinorrea), congestión, picor nasal, hemorragias nasales, estornudos en cadena, sequedad y dolor de garganta, ronquera persistente y sed constante.
- Pulmonares: tos seca, pitidos, sensación de opresión torácica y de ahogo.
- Cutáneas: enrojecimiento dérmico (eritema), sequedad cutánea, prurito (picor) general y localizado (sobre todo en zonas donde se produzca roce con la ropa).
- Generales: como el dolor de cabeza, la somnolencia, la dificultad para concentrarse, estado de letargo, irritabilidad de carácter, sensación de mareo y náuseas recurrentes.
Existe una dificultad añadida, a la hora de relacionar estos síntomas de manera directa con el Síndrome del Edificio Enfermo, que es su multicausalidad, ya que algunos de ellos, pueden relacionarse fácilmente con aspectos ajenos al propio edificio estrictamente hablando. Los oculares por ejemplo, suelen asociarse también con la permanencia continuada frente a Pantallas de Visualización de Datos, que es el tipo de trabajo mayoritario en los “edificios enfermos”. Muchos de los síntomas generales, como el dolor de cabeza o la dificultad para concentrarse, también pueden deberse al ruido existente en el lugar de trabajo o la propia dinámica del trabajo que se ejecute (si este representa un mayor o menor grado de estrés, por ejemplo).
En el peor de los casos, estos síntomas, pueden derivar en autenticas patologías. Se han identificado un buen número de enfermedades directamente relacionadas con los “edificios enfermos”, como pueden ser:
- Por Hipersensibilidad: como el asma, la rinitis alérgica, la alveolitis alérgica, la fiebre de los humidificadores la neumonitis por hipersensibilidad o la dermatitis.
- Por Contagio Biológico: desde las más leves como el resfriado común y la gripe a otras mucho más graves como la legionelosis y la fiebre de Pontiac. Además de otras causadas por bacterias, ácaros, hongos, etc.
- Por origen químico y físico conocido: producidas en su gran mayoría, por el dióxido de carbono, el monóxido de carbono, el ozono, los aldehídos, los vapores orgánicos y metálico y las fibras de amianto, de vidrio o de origen textil, presentes en la atmósfera interior de muchos de estos edificios.
- Otras: como la lipoatrofia circular, que en los últimos años se ha relacionado con los campos eléctricos generados por la alta tecnificación de los equipos de trabajo que ocupan los nuevos edificios. Este es un tema controvertido todavía y del que se necesita una mayor información y un mayor número de estudios de campo especializados, para poder afirmar algo de manera categórica.
En la próxima entrega, veremos con detenimiento los principales factores de riesgo, identificados como causa probable, de la mayoría de esos síntomas y patologías.
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