El autoconsumo se basa en que los propios consumidores (tanto domésticos como industriales) puedan producir su propia energía mediante pequeñas instalaciones situadas en el punto de consumo. Así los consumidores pasan a ser propietarios de las unidades de producción.
Dado que, difícilmente una instalación con generación renovable puede cubrir el 100% de la demanda (momentos sin viento, días nubosos sin radiación solar, etc.), se continuará consumiendo electricidad de la red. Este trasiego de energía (los excedentes inyectados en la red y la energía tomada de la misma en los periodos sin autogeneración), es lo que permite calcular el balance neto, que no es más que la diferencia entre lo entregado y lo tomado. Y se mide mediante contadores bidireccionales homologados y existentes en el mercado, debidamente configurados.
Frente a estas definiciones, muchos actores del sistema eléctrico plantean problemas que tienen fácil solución y que vamos a discutir en este post.
Antes de nada es fundamental tener en cuenta que el término variable de la factura no recoge exclusivamente costes variables que dependen de la energía consumida, sino que engloba gran parte de los costes fijos.
Por tanto, el problema cuando un consumidor consume la generación autoproducida, es que se ahorra la energía más el término variable de los peajes y, sin embargo, el sistema eléctrico sólo se ahorra la energía. Esto solo ocurre a efectos directos de facturación, ya que habría que tener en cuenta en el balance total, el precio que paga España anualmente para poder emitir CO2 y comprar derechos por el exceso de la cuota de Kioto (es uno de los países que más derechos de emisión de dióxido de carbono comprada a nivel mundial debido al alto consumo energético de su transporte, ciudadanos y hogares). Todas estas ventajas habría que traducirlas monetariamente para valorar totalmente si el autoconsumo es bueno para un país o no.
Dada la actual estructura de tarifas, cuando un consumidor autoconsume, se produce una transferencia de costes fijos al resto de consumidores que sí consumen del sistema. De esta manera nace la “tarifa de respaldo” que sirve para responder a la parte variable que el consumidor deja de pagar mientras autoconsume y que ayuda a recuperar estos costes de forma que no recaigan en el resto de consumidores.
La solución planteada por varios sectores es que en un balance anual la compensación no tiene que ser uno a uno, sino que se podría asumir el pago de un “peaje” por utilizar la red como batería. En otras palabras, por cada kWh vertido a la red, el usuario podría recuperar 0,85 kWh o el porcentaje que se estableciera. Por otro lado el autoconsumo reduce el exceso de cuota de Kioto de CO2 lo cual se traduce en un ahorro económico indirecto al estado y por tanto a los ciudadanos.
Frente al balance neto hay que tener en cuenta otros dos aspectos o problemas fundamentales, que a su vez están relacionados:
1. La electricidad no es almacenable, por lo que el sistema eléctrico no funciona como una caja de bolas en el que en un momento se pueden depositar unas cuantas para utilizarlas posteriormente. Es decir, la energía vertida por un autoproductor implica que otro generador debe generar menos energía para suministrar al resto de la demanda. Y cuando el autoproductor compense esos vertidos en otros momentos en los que consuma, implica que otro generador debe generar esa energía que se consume pero que no se produce.
La solución a esto realmente ya existe, y es que la producción se regule en función de la demanda y de la generación existente de plantas eólicas, fotovoltaicas, hidráulicas, termoeléctricas, etc.
2. La energía eléctrica tiene valores diferentes según cuando se consuma. Es decir, cuando se vierte energía en un momento, la energía tiene un valor determinado que se refleja en el precio del mercado. Y cuando se consume la energía tendrá otro valor. Por lo tanto, compensar vertidos en un momento con consumos de otro momento implica estar dando energía con un coste y consumirlo con otro. Esto puede ser favorable o contrario al autoconsumidor (y lo contrario para el resto del sistema) según cuándo se produzca y cuándo se consuma. La solución frente a esto es buscar un sistema en el que se tuviera en cuenta el valor de la energía cuando se vierte a la red y cuando se compensa en otros momentos.
Como hemos comentado en anteriores líneas, se plantean muchos problemas en su mayoría ficticios y de fácil solución si a los actores más poderosos del sistema (distribuidoras eléctricas) les interesara en el aspecto económico.
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