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Claves de la seguridad en edificios históricos
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La seguridad en edificios relacionados con el Patrimonio Histórico y Cultural

Dentro del ámbito de la seguridad hay un sector particularmente destacable por las complicaciones y por las restricciones que supone trabajar en él. Nos referimos a la seguridad en edificios relacionados con el patrimonio histórico y cultural, también conocidos como edificios históricos. Si bien la preocupación por la seguridad de este tipo de edificios ha estado presente de manera generalizada en las Administraciones públicas responsables y en sus propietarios de carácter privado, podemos fijar 1972 como una fecha clave para la sistematización técnica de esta preocupación.

El 17 de octubre de 1972 tuvo lugar en París la Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural, en el marco de la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultural. En la resolución final de dicha convención, se ponía de manifiesto que determinados bienes del patrimonio cultural y natural tenían una enorme importancia, no solo para los pueblos que los albergaban, sino también para toda la humanidad. El concepto de patrimonio mundial había tomado carta de naturaleza. En la misma resolución, los Estados firmantes se comprometían a “identificar, proteger, conservar, rehabilitar y transmitir a las generaciones futuras, el patrimonio cultural y natural situado en su territorio”.

Particularidades de seguridad de los edificios relacionados con el Patrimonio Histórico y Cultural

Dada la enorme variedad de edificios relacionados con este concepto, entre los que encontramos: catedrales, iglesias, castillos, palacios, museos, teatros, etc., podemos apuntar que cualquier tipo de iniciativa relacionada con su protección, la de los bienes que contiene y por supuesto la de sus visitantes, debe hacerse bajo dos premisas concretas.

La primera es que cada edificio relacionado con el patrimonio histórico y cultural suele tener unas características tan propias y singulares, que antes de plantear cualquier tipo de medida desde el punto de vista de la seguridad, se debe tener un conocimiento profundo y exhaustivo de esas singularidades.

La segunda, es consecuencia lógica de la primera. Hay que huir de las soluciones estandarizadas en materia de seguridad para este tipo de edificios. Las medidas propuestas han de ser imaginativas, teniendo presente que la relación entre dispositivos e instalaciones de seguridad y la estética y armonía del edificio debe ser equilibrada.

Características básicas de los edificios históricos

Si bien como hemos dicho, cada edificio considerado bien cultural y que esté relacionado con el mismo, tiene sus propias particularidades, también podemos afirmar que tienen una serie de características comunes que es preciso tener en cuenta.

La primera de ellas es que, si bien en determinadas ocasiones es el propio edificio el elemento más importante a preservar, en otras es el contenido artístico del mismo el elemento clave a proteger. Por ejemplo, la sede del Museo del Prado diseñada por Juan de Villanueva en 1785 es en sí mismo un edificio de gran interés histórico y cultural. Sin embargo, el contenido de museo supera infinitamente en estos valores al propio edificio que lo alberga. Por otra parte, suelen ser también edificios en los que, en determinados momentos, los niveles de ocupación, debido a la afluencia de visitantes y de personal propio, pueden llegar a ser muy altos. En ese caso, las personas son el objeto principal de protección.

El segundo elemento común es que es el incendio, es con mucha diferencia respecto a los demás, el riesgo potencial que mayores daños puede causar a los ocupantes, al contenido y al propio edificio. Un robo o un acto vandálico perpetrado contra una colección artística, por muy gravoso que fuera, difícilmente puede llegar a superar los daños que un incendio podría suponer en la misma. Como triste ejemplo de esta afirmación tenemos el no tan lejano incendio que arrasó Nôtre Dame de París.

La protección contra incendios de los edificios relacionados con el Patrimonio Histórico y Cultural

Estos edificios en muchas ocasiones suelen estar compuestos de espacios muy abiertos (salas, salones, corredores, etc.), y esto dificulta mucho la sectorización ante un incendio. Recordemos que entre las ideas principales que hoy día rigen la lucha contra los incendios, se encuentra la sectorización.

Además, la mayoría de estos edificios se construyeron mucho antes de que surgieran las primeras normativas para la protección contra incendios de nuestro país (último cuarto del siglo XX). De este modo, cualquier tipo de instalación o medio contra incendios en este tipo de edificios, supone como mínimo un elemento ajeno a su arquitectura y decoración, que en muchas ocasiones resulta chocante, desde el punto de vista visual. En estos casos reiteramos que la imaginación a la hora de diseñar las soluciones y el consenso entre estética y seguridad son los elementos clave para tener en cuenta.

Desde este punto de vista y desde las técnicas de protección pasivas, la compartimentación o sectorización, sigue siendo el método más eficaz en la lucha contra los incendios. La sectorización de aquellos espacios no visitables o de carácter técnico, no suele representar un gran problema, y deben constituirse en sectores independientes de incendio como regla general. Respecto al resto de zonas, siempre que sea posible, esta sectorización debe llevarse a cabo mediante puertas cortafuegos ocultas, que en caso de incendio y en coordinación con el sistema de detección de incendios, se cierren automáticamente.

En cuanto a la protección activa, una buena disposición de los sistemas de detección y alarma es fundamental, pudiendo integrarse y disimularse mediante distintas fórmulas entre los elementos arquitectónicos (como es el caso de los sistemas de detección por aspiración). Además, están surgiendo medios alternativos a los tradicionales como son las cámaras con alarma de temperatura. En todo caso, una buena conexión con la central receptora de alarmas, para alertar a los servicios de extinción de incendios lo antes posible, completan este aspecto.

En el mismo sistema de detección, han de integrarse los pulsadores manuales de alarma. Estos pulsadores, por cierto, no debe provocar la activación directa de la alarma, sino que debe enviar una señal a la CRA, para que desde allí se verifique su pertinencia o no. La activación de la alarma y de la señal de evacuación, corresponde a los encargados de seguridad del edificio. En ese aspecto, por cierto, conviene destacar que es mejor usar un servicio de megafonía que transmita mensajes hablados, en vez de una sirena.

Sistema de extinción de incendios recomendados

Respecto a los extintores portátiles y las B.I.E., siempre que su ubicación sea conocida por los equipos extinción de incendios, se pueden disimular tras puertas o elementos específicos (armarios) para no dañar la estética del interior. Lo que si resulta de vital importancia es que los efectivos encargados de la extinción en primera instancia (como los equipos de primera intervención o el personal de seguridad privada), estén perfectamente formados y entrenados en la materia. Una mala utilización de estos medios, o el uso de un medio de extinción no específico, pueden provocar mayores daños de los que provocaría un conato de incendio, por lo que su uso debe restringirse a casos de extrema necesidad.

En cuanto a los sistemas de extinción automática, (se produce la descarga de manera automática a través de canalizaciones, sobre la zona a proteger), debido a los condicionantes de los que hablamos, el valor del patrimonio artístico contenido, las opciones disponibles se reducen a tres.

La primera sería la extinción mediante gases. En los lugares donde el agua podía causar daños en los bienes, esta ha sido la solución tradicional, usándose para ello gases fluorados y CO2. La segunda sería la extinción mediante agua nebulizada, que actúan en forma de microgotas y, por tanto, reduce drásticamente no solo el daño que podría causar el fuego, sino también la propia agua.

En tercer y último lugar tendríamos los sistemas de inertización, cuyo objetivo es conseguir que las condiciones del recinto sean incompatibles con el fuego. En ese caso, la clave está en reducir la concentración de oxígeno por debajo del límite mínimo necesario para que sea posible la combustión y que a la vez esto no sea dañino para las personas. Esto se hace generalmente aportando nitrógeno, hasta bajar la concentración de oxígeno en la estancia del incendio por debajo del 16 %.

Conclusión: la importancia de la planificación

La planificación de la prevención, protección y respuesta ante este tipo de situaciones debe ser estricta y rigurosa. Debe materializarse además en los distintos planes que ha de desarrollarse de manera específica para cada edificio, como el Plan de Seguridad Integral, el Plan de Autoprotección o de Emergencia (en función de la situación), el Plan de Mantenimiento de las Instalaciones, (de vital importancia en este tipo de edificios), etc. Si bien la afirmación atribuida a Benjamin Franklin “si fallas en planear, estas planeando fallar”, es cuestionable en muchos aspectos de la vida, en el caso de la seguridad de edificios relacionados con el patrimonio histórico y cultural, es una advertencia que es conveniente tener seriamente en cuenta.

Categorizado en: Gestión Integrada

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