Como en muchos otros aspectos de la vida cotidiana, cada vez se utiliza más el atributo Smart (inteligente) para definir equipos que ofrecen mejoras en las tecnologías de la información y las comunicaciones a los distintos ámbitos en los que se aplican. Algunos de ellos son: “Smart TV”, “Smart City”, “Smart Home”, “Smart Buildin, “Smart Traffic”, etc. dentro de esa misma idea se encuentran las “Smart Grid” o red inteligente y “Smart Energy”.
Las redes inteligentes de energía, las cuales realizan una simbiosis entre transporte de energía y de información, inevitablemente están más próximas de lo que parece.
Uno de los dispositivos clave para la smart grid son los contadores inteligentes, los cuales tienen varias funcionalidades: comunicaciones bidireccionales con la compañía eléctrica y con otros dispositivos (como posibles gestores locales de energía), posibilidad de lecturas planificadas bajo demanda o en tiempo real, sincronizaciones de fecha y registro automático de incidentes, detección de fraudes o ataques, así como alarmas asociadas a la calidad del suministro, personalización de la contratación, planificación y posibilidad de pujar y comprar electricidad en los momentos deseados, control de cargas, etc. Parte de esta funcionalidad está regulada por ley (RD 1110/2007, 24 agosto) que establece el reglamento unificado de puntos de medida del sistema eléctrico español y en cuanto a su implantación (ORDEN ITC/3860/2007, de 28 de diciembre) regula que todos los equipos deberían implementar la discriminación horaria y la telegestión para el 31 de diciembre de 2018.
La red de transporte en España está gestionada por Red Eléctrica Española (REE), que cuenta con las infraestructuras eléctricas necesarias, que conectan las centrales de generación con los puntos de distribución a los consumidores. Se trata de una red mallada (tanto la parte eléctrica como la de datos), que permite el funcionamiento seguro y fiable del sistema, es una red que ya es “inteligente” ya que dispone de una infraestructura de comunicaciones, protocolos, gestión remota, servicios, etc. Pero esta inteligencia se difumina conforme se baja a la red de distribución. La interconexión de las redes se produce en las subestaciones eléctricas y los consiguientes centros de transformación hasta que llega al consumidor final.
Las Smart Grids suponen una expansión de las capacidades existentes en la red de transporte a la red de distribución, teniendo en cuenta que, a diferencia de la red de transporte, los propietarios y gestores de las redes de distribución son varios (entre ellos los propios usuarios). Esto implicará la definición de instrumentos estándares y la creación de herramientas basadas en soluciones técnicas ya probadas que permitan la integración de todo tipo de plantas generadoras, una gestión descentralizada de la energía, una automatización de la distribución y servicios de medida, apoyadas por un sistema de comunicaciones que llegue hasta el usuario final.
El cambio climático como la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles, han contribuido al desarrollo de una “ecoindustria” que va a permitir entre otras cosas, un uso creciente de energías renovables, pero esto sólo será a su vez posible si se dispone de redes eléctricas activas y de una capacidad estable de almacenamiento de energía que contrarreste la variabilidad intrínseca de las fuentes de energía renovables.
Resulta obvio que la actual economía energética va a desaparecer (más temprano que tarde) y lo único que está claro es que la energía de origen renovable es la única capaz de satisfacer nuestras necesidades energéticas de forma indefinida.
Como puede funcionar a cualquier escala, desde los paneles fotovoltaicos en los tejados de las casas, hasta enormes plantas solares o eólicas, sienta las bases para una economía energética totalmente nueva y verdaderamente descentralizada.
Después de siglos de una economía energética cada vez más centralizada, la producción de energía volverá a ser un asunto local, o incluso individual, pasando a tener millones de microsistemas independientes interconectados, utilizando una combinación óptima de tecnologías para generar la energía de forma limpia, económica y local.
La clave del futuro son las microrredes inteligentes, sistemas pequeños y autónomos con una combinación de tecnologías renovables y convencionales adaptadas a cada caso particular, que permitan a individuos, comunidades y empresas generar su propia electricidad, así como vender o compartir los excedentes a la red principal.
Las smart grids proporcionarán una serie de ventajas directas sobre empresas y usuarios que repercutirán directamente en el desarrollo del mercado energético y en la evolución de la red eléctrica hacia una red inteligente. Pero la cosa no queda aquí, sino que en el desarrollo de la red eléctrica se observa una tendencia a la creación de redes de objetos (Internet de las cosas) que se configuran de forma automática y pueden operar de forma autónoma.
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