Podemos definir el Fraude alimentario como el engaño intencionado, con ánimo de lucro, en relación al alimento y en detrimento del consumidor. Los fraudes, de manera directa o indirecta, suelen acabar deteriorando la confianza depositada en el producto y puede llegar a suponer un problema importante de Seguridad Alimentaria.
Normalmente, los fraudes suelen agruparse en dos grandes categorías en las que los perjuicios suelen ser a:
-Ingredientes. Aquí englobamos la adicción, alteración, sustitución o falsificación DELIBERADA de algún ingrediente. La finalidad no suele ser otra que abaratar costes de producción.
-Etiquetado. Engloba declaraciones falsas o, más bien, engañosas o ambiguas relacionados con los ingredientes, procesos, supuestos beneficios u procedencia.
El etiquetado es, o debería ser, el control más exhaustivo contra el fraude alimentario ya que la información debe ser objetiva y real. La ley de control alimentario centra cuatro pilares fundamentales de estudio:
- Prevención del fraude alimentario.
- Estudio microbiológico.
- Estudio de sustancias tóxicas.
- Conservación nutritiva del alimento o de sus ingredientes.
Aunque la intención sea buena, la legislación española tiene lagunas, incoherencias o contradicciones casi inaceptables. Es aquí donde, la trazabilidad, tiene una importancia indudable, de la cual, os hablé hace sólo unas semanas. Ya que es una herramienta de control imprescindible para la identificación y reconstrucción del historial del producto. Un fraude que atente contra la calidad del producto, será un fraude alimentario que haga variar las características sensoriales, nutritivas y/o sanitarias. Para poder luchar contra éstos, es primordial un correcto control de los agentes causantes del riesgo entre otras maneras, con un correcto Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control (APPCC).
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En 2013, el mayor caso de fraudes alimentarios fue por un etiquetado incorrecto.[/caption]
Que el consumidor sea capaz de captar el engaño no es tarea fácil, ya que normalmente está encuadrado en una aparente legalidad o utilizando tecnicismos que a un comprador corriente se le pueden escapar o ser necesarias técnicas o analíticas fuera del alcance. Como dato tristemente anecdótico, en 2002, según la FSA sólo el 54% del arroz basmati que fue analizado en Reino Unido, realmente lo era, el resto era un tipo de arroz de mucha menos calidad. Igualmente pasa con la comida “halal” o “kosher”, que ha estado involucrada en numerosos fraudes alimentarios que saltaron a la opinión pública.
Aunque la Unión Europea es catalogada como la zona de mejor seguridad alimentaria del mundo, por todos es conocida la crisis de la carne de caballo, en la que hace unos meses nos dejaron muy claro, que todos la hemos comido. Que puede ser muy rica en hierro, de extraordinaria digestibilidad y de alta calidad proteica, sí, pero que sea el consumidor si decide tomarla o no. Este caso concreto, ha sido una auténtica lección para toda Europa, demostrando que los controles actuales, pese a ser bastante exhaustivo, puede que sean escasos o ineficaces.
El considerable aumento de intolerancias y alergias ha contribuido a un etiquetado más pormenorizado, ya que desde 2014 hay obligatoriedad de información sobre todos los ingredientes que componen un alimento, desde abril de 2015 lo fue el país donde el animal es sacrificado y desde diciembre de 2016, la tabla nutricional.
Por todo esto, si las autoridades están actuando y mejorando, hagámoslo también nosotros con un poco de sentido común. Lo "bio" no es mejor ni tiene por qué ser ecológico, un champú con proteínas tiene el mismo efecto que un coche sin ruedas, lo light no adelgaza, los antioxidantes, mejor en fruta que en capsulas… no le pongamos tan fácil a la industria alimentaria el engaño.
Ocultar la verdad es la manera más sutil de mentir.-Anónimo
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Comentarios
Hay un gran ejemplo de que las cosas a veces se hacen bien, en Mercamadrid la nave de pescados hay un proyecto llamado SetPesca donde no hay lugar a error a la hora del etiquetado cara al consumidor.