“La mejora en la utilización del agua tanto en la agricultura de secano como en la de regadío será fundamental para afrontar las situaciones previstas de escasez de agua. La mejora de la utilización o de la productividad del agua se entiende frecuentemente en términos de obtener la mayor cantidad de cultivos posibles por volumen de agua: «más cultivos por gota«.” (FAO 2012).
Si partimos de la base de que el 70% del agua extraída en el mundo para un uso humano va dirigida a la agricultura y que el 40% de la población mundial (2600 millones de personas) trabaja en el sector de la alimentación y la agricultura, parece clara la necesidad de tener que optimizar todos los recursos para un uso sostenido e inteligente.
Tan obvio es saber que no podemos vivir sin agricultura, como que ésta sin agua no podría existir. Aun así, aunque la afirmación es fácil y simple, parece que en nuestras conciencias de “producción al por mayor”, aún cuesta encajarlo. Hoy por hoy, en España, son muchas las regiones, sobre todo en el Sur, donde nos encontramos con problemas de reservas hídricas y lo peor es, que las que tenemos, están contaminadas.
El sector agrícola consume un tercio de las reservas de agua en Europa, por lo que hacer un uso responsable no es una opción sino una necesidad. Las correctas prácticas agrícolas y soluciones políticas al respecto, deben ser el camino correcto y han de concienciarnos de que es el único.
Según la reforma de la Política Agraria Común 2014-2020, se activará una producción alimentaria viable, dentro de una gestión sostenible de los recursos naturales y de acción por el clima, promoviendo un desarrollo territorial equilibrado.
Con el apoyo público (reglamento FEADER) para la modernización de regadíos se pretende fomentar el cambio, que básicamente está consistiendo en sustitución de canales y acequias por una red presurizada. Parece que por fin, las subvenciones o ayudas públicas toman las direcciones adecuadas, ya que no hace tanto, el agricultor no pagaba el precio real del agua o por ejemplo en Córdoba, hizo falta una disociación parcial de las subvenciones en el marco de la Política Agraria Común de la UE (PAC) para que el cultivo de algodón comenzase con una irrigación eficiente.
La adopción de nuevas prácticas agrícolas, que pueden pasar por un uso racionalizado de fertilizantes y plaguicidas, el cual nos conduce a la mejora en la calidad de nuestras aguas, la rotación de cultivos, el uso de franjas de contención o delimitar las horas del día para el riego, son prácticas tan básicas como eficientes que nos llevarían a un impacto positivo en la rentabilidad o producción.
Estas prácticas agrícolas de gestión del agua deben de contar con:
- Mejora de la eficiencia de la irrigación. Agricultura de secano que incluyan pequeños embalses o un uso más racional del agua de lluvia.
- Una irrigación tecnológicamente viable a pequeña escala.
- Mejorar la productividad del agua.
- Contabilización de los volúmenes de agua, ya que como dijimos anteriormente, el valor del agua en la cadena de producción alimentaria, a veces, es un valor opaco.
- Optimizar el uso de abastecimiento de agua por gravedad.
- Fomento de técnicas de depuración de aguas residuales.
- Y la más importante de todas: EL SENTIDO COMÚN. ¡El agua es un recurso limitado, partamos de esta premisa!
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