En los últimos tiempos, el mercado de las criptomonedas ha ido aumentando de manera abrumadora. Son divisas llamativas para el usuario, ya que están descentralizadas, son seguras y se pueden usar a nivel global. Pero, ¿cómo afectan estas criptomonedas al medio ambiente?
A continuación vamos a explicar cómo una moneda virtual, que no necesita de la tala de árboles ni extracción de metales para la creación de billetes y monedas, puede afectar perjudicialmente al medio ambiente.
¿Qué son las criptodivisas?
Las criptomonedas, o criptodivisas, son monedas digitales que emplean un cifrado criptográfico para evitar falsificaciones y que están diseñadas para funcionar como medio de intercambio. Permiten la compra y venta en diferentes ámbitos como si fuera una moneda corriente.
Tiene como características la descentralización, es decir, que no depende de ningún ordenador central ni está regulada por organismos, una alta volatilidad, falta de regulación por parte de los Estados, permiten transacciones instantáneas y anónimas, se pueden usar en cualquier parte del mundo y son seguras debido a que están cifradas.
Todo esto hace de ellas que sean un producto atractivo que va en alza, a pesar de los riesgos, y que se está asentando en la sociedad. Además de las conocidas Bitcoin, existen más de 10.000 criptomonedas en todo el mundo. Va aumentando la popularidad de Ethereum, que es cada vez más utilizada, junto con otras como Litecoin, Ripple, Dogecoin, Binance Coin, NEO, IOTA o Cardano.
Minería de las criptomonedas: si es virtual, ¿pueden afectar negativamente al medio ambiente?
La primera impresión que podemos tener al asociar las criptomonedas con el medio ambiente es que puede ser beneficioso. Claro, nos quitamos el problema de acuñar monedas y elaborar billetes con recursos naturales. Pero ¿esto es así? Para ello tenemos que conocer el funcionamiento de las criptodivisas y qué recursos necesita.
El proceso más usual para obtener criptomonedas se denomina “minería” y está basado en el registro blockchain. Los mineros compiten por conseguir registrar el último “bloque” de transacciones. Para ello resuelven acertijos criptográficos y el primero es recompensado con nuevas criptomonedas acuñadas. Se conoce como prueba de trabajo (PoW).
A medida que estos enigmas son resueltos, se va complicando la búsqueda del siguiente bloque, por lo que habrá que dedicar más recursos en su resolución. Debido a esto, la tecnología ha ido evolucionando y, desde 2012, se está utilizando un hardware específico para ello: los Circuitos Integrados para Aplicaciones Específicas (ASIC, por sus siglas en inglés).
Cuantos más ASIC se tengan, más posibilidades hay de dar con la resolución que te suministre la moneda. Por lo tanto, el proceso de minería, que originalmente fue realizado por individuos con dispositivos informáticos normales, ahora se ha consolidado fuertemente y los equipos son mucho más efectivos para resolver estos acertijos.
Analogía con el mundo físico
El término “minería” es una analogía ideal para explicar la dificultad de conseguir criptomonedas. De esta manera, y si lo asociamos a la extracción mármol, podemos ver que, en una cantera, al inicio, la extracción es “sencilla” y se accede al material rápidamente. A medida que se explota, los esfuerzos van aumentando y el acceso al mármol se vuelve más complicado y costoso.
En la minería de las criptomonedas, cuantas más transacciones hayan existido, más complicado será tener una nueva, por lo que los recursos invertidos deben de ser mayores y el consumo de energía aumenta.
Y es este elevado consumo de energía en donde nos vamos a centrar, puesto que nos hace pensar que puede ser un condicionante importante para la salud del medio ambiente.
Consumo energético: las mayores granjas del mundo
El alto consumo de energía no es un fallo de las criptomonedas, sino una característica. Una forma de certificar su seguridad, debido a que conseguir una criptomoneda es un proceso costoso, es decir, poco eficiente.
Hacer las cosas bien cuesta mucha energía, pero intentar entorpecer el correcto funcionamiento puede ser una ruina, puesto que el consumo energético sería inmenso. Esto es lo que otorga la fortaleza a las criptomonedas.
Como se ha dicho, conseguir una transacción nueva requiere, cada vez más, un mayor número de operaciones. Por tanto, los mineros que se dedican a ello instalan grandes cantidades de ASIC que trabajan de forma continuada. Son las denominadas granjas de minado.
El consumo de energía de estas granjas es inmenso y muy oscilante. De acuerdo con el Cambridge Bitcoin Electricity Consumption Index, las operaciones de minería mundiales de bitcoin alcanzaron un máximo de 144 TW/h por año en mayo de 2021, tanto como algunos países. Y Digiconomist contabiliza que una transacción simple de bitcoin consume la misma cantidad de energía que un hogar estadounidense durante un mes. También es responsable de la emisión de carbono de un millón de veces más que una transacción con Visa.
El problema no es solo el enorme consumo de energía, sino la procedencia de ésta. Generalmente, los mineros utilizan las energías más baratas y accesibles, por lo que se instalan en lugares cercanos a estas fuentes.
Existe cierta controversia con esto, puesto que el uso de energía hidroeléctrica es bastante común, pero el problema es que durante el periodo en el que ésta escasea, aumenta drásticamente el consumo de fuentes fósiles, con la consecuente contaminación.
¿Dónde se encuentran las granjas de criptomonedas?
La mayor parte de las granjas se encuentran ubicadas en China. Rusia también tiene grandes centros, sobre todo en Siberia, evitando de esta manera el sobrecalentamiento de los ASIC, o en Irán, con electricidad subvencionada.
Están emigrando de los Estados Unidos (que actualmente ocupa el segundo lugar como productor de monedas digitales), como consecuencia de que cada vez es más complicado conseguir energía barata, o por regulaciones de algunos lugares.
¿Existen criptomonedas no dañinas para el medio ambiente? Planes de futuro
La concienciación ambiental está aumentando, también en el sector económico, por lo que la aparición de “criptomonedas verdes” es una realidad y puede ayudar al medio ambiente.
Una forma de reducir el consumo de energía es mediante el cambio de la manera de trabajar de las criptomonedas. Es decir, cambiar el modo de trabajo por la prueba de participación (PoS). Aquí son los propios usuarios los que inviertan su dinero a cambio de poder validar transacciones y nuevos bloques.
Quizás lo más importante sea el uso de energía limpias. Numerosas criptomonedas, cada vez más, están trabajando para que el uso de fuentes de energía que no emiten gases de efecto invernadero sea más habitual. Valga el ejemplo de Greenidge Generation Holdings, que pretende ser la primera empresa con una planta de producción de energía en propiedad para la minería.
Por otra parte, un grupo de organizaciones sin ánimo de lucro ha propuesto el Acuerdo Cripto Climático, con el fin de promover una industria de las criptomonedas basada en el 100% de energía renovable. Está inspirado den el Acuerdo de París y tiene como objetivo descarbonizar la industria en un tiempo récord.
La tendencia “verde” se va implantando en muchas de estas divisas virtuales, modificando su estrategia de trabajo y/o su modelo de producción hacia el consumo de energías limpias. Esto, sin duda, les genera un valor añadido que les puede hacer bastante competitivas.
En un futuro próximo se verá. Lo que no da lugar a dudas es que el cambio social es capaz de influir, de manera significativa, en la protección del medio ambiente.
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