El cambio climático, los gases de efecto invernadero y la transición energética son algunos de los términos que están de actualidad desde hace unos años. Son conceptos clave y que van a marcar el devenir de la sociedad tal y como la conocemos.
Para lograr el éxito de una transición sostenible y eficiente, es esencial que desarrollemos nuevas fuentes de energía y sistemas que sean respetuosos con el medio ambiente. Mientras esperamos el desarrollo completo de tales fuentes y sistemas, debemos buscar soluciones alternativas que ayuden a cerrar la brecha entre las emisiones de carbono actuales y el objetivo de alcanzar cero emisiones netas para el año 2050.
En el siguiente artículo vamos a hablar sobre la posibilidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y aquellas acciones a llevar a cabo para conseguir dicha finalidad.
Reducir los gases de efecto invernadero, ¿es posible?
El dióxido de carbono es uno de los principales gases de efecto invernadero. Quizás el más conocido. Está presente en la atmósfera, evidentemente, pero también en otra gran cantidad de sitios. Desde bebidas gaseosas hasta extintores. También se utiliza como refrigerante, para la generación de rayos láser o como agente de contraste en exámenes médicos.
Este gas tan abundante en la Tierra es esencial para el proceso de fotosíntesis de las plantas. Se encuentra en el aire que exhalamos, así como en numerosos compuestos orgánicos. Su importancia es fundamental para la vida tal como la conocemos.
El ciclo bioquímico del CO2 abarca las capas de la atmósfera, los océanos y la tierra, y es crucial para la sostenibilidad de la vida en el planeta. Sin embargo, las actividades humanas, en particular la quema de combustibles fósiles, han alterado este equilibrio natural, resultando en una acumulación excesiva de CO2 que no puede ser eliminada de manera natural.
Este fenómeno, junto con la advertencia de los científicos del IPCC sobre la importancia de cada grado de calentamiento, ha impulsado a las Naciones a tomar medidas para reducir las emisiones de carbono.
Los datos son claros y catastróficos. Si los países no aumentan sus compromisos más allá del Acuerdo de París de 2015, con un mayor enfoque en las energías renovables, podemos enfrentarnos ante un futuro sombrío. Las consecuencias pueden ser devastadoras, como olas de calor más intensas, sequías, huracanes más poderosos, deshielo de glaciares y capas de hielo, aumento del nivel del mar y la consiguiente destrucción de ecosistemas.
En la Cumbre sobre la Acción Climática, 77 países y más de 100 ciudades se comprometieron a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero para 2050, marcando un paso crucial hacia la mitigación del cambio climático.
¿Qué significa esto?
Esto significa que los esfuerzos a nivel mundial para reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) deben llevar a una reducción significativa de las emisiones producidas por la quema de combustibles y otras actividades.
Cualquier emisión residual que quede después de estas reducciones debe ser compensada mediante acciones como la reforestación o la tecnología de captura y almacenamiento de carbono. En otras palabras, la meta es que no quede un exceso de CO2 en la atmósfera que contribuya al cambio climático.
A nivel global, la mayoría de las emisiones provienen de la quema de combustibles fósiles, por lo que este es el primer aspecto que debe cambiar. Además, las emisiones del sector del transporte y el cambio en el uso de la tierra también son significativas.
Por lo tanto, cualquier medida que aborde estos tres sectores principales (combustibles fósiles, transporte y uso del suelo) es fundamental para alcanzar el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 grados, como lo establece el IPCC, para evitar efectos devastadores.
¿Por qué no ya?
La razón por la que muchos compromisos relacionados con el cambio climático se establecen para el mediano y largo plazo, como 2030 o 2050, se debe a que abordar el cambio climático de manera inmediata sería un desafío extremadamente complicado desde la perspectiva práctica y económica.
Si la humanidad decidiera detener todas las emisiones de un momento a otro, esto sería teóricamente posible, pero tendría un impacto devastador en la economía, lo que podría llevar a problemas como la escasez de alimentos.
En cambio, los expertos y los informes del IPCC proponen un enfoque más gradual y realista. Cambiar por completo la forma en que realizamos nuestras actividades y modificar sistemas que han estado en funcionamiento durante décadas o siglos requiere tiempo. A pesar de que 30 años pueden parecer un período largo, en términos de un cambio en el sistema, es un plazo acelerado.
Es importante comprender que la necesidad de actuar no se pospone hasta 2050. La toma de decisiones y la acción deben ocurrir en el presente para tener un impacto significativo en el futuro. Si no actuamos desde ahora, será mucho más difícil lograr los objetivos establecidos para 2030, 2050 y más allá en la lucha contra el cambio climático. La urgencia de la acción inmediata es una realidad, y los compromisos a largo plazo son un marco para guiar esa acción sostenible a lo largo del tiempo.
¿Qué tenemos que sacrificar? Así sería un país sin emisiones.
La reducción de emisiones no implica una disminución del bienestar, sino un cambio en la forma en que lo alcanzamos. No se trata de que las personas dejen de hacer cosas, sino más bien, se trata de hacerlo de manera que el impacto ambiental de estas actividades sea idealmente cero.
En un futuro sin emisiones, es posible que debamos de adquirir dispositivos más eficientes, el transporte público menos contaminante y los vehículos funcionarán con energía eléctrica u otra sin combustión. También puede tener repercusión sobre los alimentos.
Algunos países están optando por un crecimiento sostenible con bajas emisiones de carbono porque reconocen los beneficios más allá de la reducción del calentamiento global. Esto incluye un aire más limpio, lo que resulta en una mejor salud y bienestar, así como oportunidades para la creación de empleo.
Según la ONU, se podrían crear 65 millones de empleos con bajas emisiones de carbono para 2030. Por ejemplo, la Organización Internacional del Trabajo prevé la creación de 2.5 millones de empleos en la generación de electricidad basada en energías renovables. Esto compensaría alrededor de 400.000 empleos perdidos en la industria de los combustibles fósiles. Además, se pueden generar seis millones de puestos de trabajo mediante la transición hacia una "economía circular", que incluye actividades como el reciclaje y la reparación.
En última instancia, esta transformación global representa un nuevo mundo al que debemos adaptarnos, con desafíos, pero también inmensas oportunidades.
Emisión cero
Como hemos podido comprobar, son numerosos los cambios que debemos de llevar a cabo para poder garantizar la continuidad de la especie humana. Los impactos derivados como consecuencia del cambio climático ya son patentes. Numerosas comunidades se están viendo afectadas por grandes sequías o inundaciones, por poner un ejemplo.
Ajustar las emisiones de gases de efecto invernadero son el primer paso para combatir estos cambios. Evidentemente, no es un proceso sencillo, ya que toda la humanidad debe de verse implicada en este proceso. Podemos imaginar la dificultad que esto supone, sobre todo cuando afecta directamente a la economía de muchos lugares.
El desarrollo de nuevas tecnologías, así como la demostración de que estas pueden ser una oportunidad, van a resultar esenciales para conseguir que las emisiones de carbono se reduzcan o, incluso, se alcance un valor neto de cero.
Evidentemente, queda mucho trabajo, tanto de investigación como de divulgación y concienciación. La participación activa de la sociedad va a ser el condicionante para que la implementación pueda ser un éxito.
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