El caudal ecológico se trata de un tema de constante actualidad. Se haga referencia directa, o no, suele ser una cuestión presente en los distintos debates sobre dicho recurso. Esto es debido a los permanentes conflictos sobre el agua, la posibilidad de trasvasarla y la necesidad de mantener el ecosistema.
Por tanto, a lo largo del texto vamos a hablar sobre lo que es el caudal ecológico, se expondrán las claves más llamativas y se verá la manera de establecerlo. Esta herramienta, imprescindible para la gestión de las cuencas hidrográficas, va a ser nuestra protagonista del artículo.
¿Qué es el caudal ecológico?
Los ecosistemas acuáticos, como es evidente, tienen una dependencia directa del agua. Son diversos y, por tanto, existen multitud de particularidades y características a tener en cuenta para llevar a cabo la mejor gestión posible del medio.
Podemos definir como caudal ecológico a aquel que contribuye al buen estado de los ríos o de a las aguas de transición. Es decir, aquel que mantiene, como mínimo, la vida que habría de manera natural. Aquí tenemos en cuenta tanto los animales como los vegetales.
De esta manera, el caudal ecológico tiene como función la de ayudar a salvaguardar el buen estado y potencial ecológico del sistema, así como marcar unas pautas claras para llevar a cabo una gestión eficiente del medio.
Por tanto, este instrumento de gestión permite acordar un manejo integrado y sostenible de los recursos hídricos, estableciendo cantidad, calidad y régimen del flujo para mantener las funciones, procesos y componentes del ecosistema acuático.
Importancia del caudal ecológico
La gestión de los recursos hídricos se encuentra en constante cambio. Es esencial considerar, por un lado, las necesidades humanas y, por otra parte, las características ambientales.
Los “ambientes naturales” no existen, por lo que debemos tener presente esta premisa cuando hablamos de los ríos y su ecosistema. No obstante, conseguir un estado bueno es básico para alcanzar un funcionamiento ecológico y unos servicios ecosistémicos óptimos.
De esta forma, la permanencia del caudal ecológico es necesaria para la conservación, no solo de las especies animales, sino también de las vegetales que circundan la ribera.
Por otra parte, también es interesante poner de manifiesto que no todos los ríos se comportan de manera similar. Parece una obviedad, ¡pero es que existen ríos sin agua! ¿Qué significa esto? Pues bien, en determinadas zonas (regiones áridas y semiáridas) la existencia y permanencia del agua depende del régimen de precipitaciones.
Esto quiere decir que, la mayor parte del tiempo, el cauce permanece sin agua, pero no sin vida. Por tanto, estos ríos deben de tener un trato especial y valorar la manera de conservarla de manera efectiva.
Ríos permanentes, temporales y efímeros
El concepto que tenemos de río suele ser común. Es usual pensar en una masa de agua que discurre por un cauce y que desemboca en el mar o cualquier otro río. Pero, claro, esto no es siempre así. O, al menos, no todo el tiempo.
Aquí es donde debemos de tener en cuenta los distintos tipos de ríos, que los vamos a clasificar en función de la cantidad de tiempo en el que llevan agua: los ríos permanentes, los temporales y los efímeros.
Los ríos permanentes, como su nombre indica, son aquellos que llevan agua durante todo el año. Cuando pensamos en un río, pensamos en este tipo. Puede llevar más o menos caudal, dependiendo de las precipitaciones, el deshielo y los factores antrópicos, pero siempre va con agua.
Los ríos temporales son aquellos que tienen agua durante determinados periodos a lo largo del año. Es decir, no llevan agua todo el tiempo, sino que suelen tener un caudal durante los periodos húmedos.
Por último, los efímeros son aquellos que, en ocasiones muy concretas, llevan agua en su cauce. Normalmente suelen ubicarse en zonas áridas y semiáridas y están asociados a fenómenos tormentosos. El tiempo que llevan agua, por lo común, es pequeño y, además, no tienen ningún tipo de temporalidad. Las ramblas del sureste español es un ejemplo de esto.
También es importante tener en cuenta que un mismo río puede tener tramos de ríos permanentes, temporales y/o efímeros. Estos pueden ir alternándose en el espacio y el tiempo, dificultando más, si cabe, la manera de gestionarlos.
Por último, y no menos importante, están las aguas de transición. Estas se deben de tratar igual que los ríos, siempre que sus funciones ambientales sean las mismas. Hay que tener en cuenta, y es muy importante, la salinidad y los elementos geomorfológicos característicos.
Cálculo del caudal ecológico
Existen distintas metodologías para poder obtener el caudal ecológico de cada sistema. Esto va a depender de diversos factores que, de una manera u otra, desempeñan una función esencial para el mantenimiento del mismo.
Como se viene diciendo, establecer caudales mínimos es esencial para la conservación, pero también para la restauración, en el caso de que se encuentre degradado o se vea afectado por algún tipo de impacto que lo altere.
Estos regímenes de caudales ecológicos, históricamente, se han obtenido mediante métodos hidrológicos, hidráulicos y/o biológicos o de adecuación de hábitat.
Pero, independientemente del método, es necesario conocer, y asumir, la variabilidad de los ríos integrar los requerimientos de las especies y considerar la interacción entre el régimen hidrológico, las condiciones fisicoquímicas y los procesos bióticos.
De esta manera, obtendremos un caudal ecológico, que sería específico para un río, y que tendría como función la de su mantenimiento, así como de la conservación del sistema circundante.
Fuente de conflictos
El agua, en general, suele ser una constante fuente de conflictos. Zonas con menor cantidad del recurso, en ocasiones, lo demandan para poder dedicarlo a distintos fines. Esto, por otra parte, fomenta problemas con las comunidades de cuencas en donde hay más agua.
¿Sobra el agua? ¿Falta agua? Estas “sencillas” cuestiones son bastante complicadas de resolver. Diversos intereses intervienen y condicionan su respuesta. Lo que es evidente es que, en este caso, disponemos de una herramienta objetiva para poder calcular, como mínimo, la cantidad de agua que permita mantener las condiciones ambientales básicas para la conservación del ecosistema.
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