«La agricultura orgánica es un sistema global de gestión de la producción que fomenta y realza la salud de los agroecosistemas, inclusive la diversidad biológica, los ciclos biológicos y la actividad biológica del suelo. Hace hincapié en la utilización de prácticas de gestión, con preferencia a la utilización de insumos no agrícolas (…) Esto se consigue aplicando, siempre que es posible, métodos agronómicos, biológicos y mecánicos, en contraposición a la utilización de materiales sintéticos, para desempeñar cualquier función específica dentro del sistema» – Definición propuesta por la Comisión del Codex Alimentarius.
Pese a esa bucólica definición, lo cierto y real, es que la agricultura ecológica no me garantiza que sea ni más sana ni más beneficiosa para el medio ambiente.
Hoy por hoy, retumba en nuestra cabeza como algo muy positivo y sanísimo los apellidos de “natural”, “tradicional”, “ecológico”, “bio”…, cuando quieres ahondar un poco en la legalidad de todos estos vocablos, sólo llegas a la conclusión de que están inmersos en una ley ambigua, cogida con pinzas y lo más grave y triste, con poco o ningún rigor científico. Ante esta situación nos podríamos plantear, ¿nos quieren engañar?, no me atrevería a decir que las Autoridades competentes quieran hacerlo, pero hay comunidades que promocionan y subvencionan a la Agricultura Ecológica, a veces, con mensajes confusos y atribuyéndole características sanitarias más infundadas que probadas, o que, de tenerlas, las tendría también un alimento convencional.
Es más, llamar a esta agricultura con el nombre de agricultura orgánica es como decir que una hoja verde es verde verde, se puede decir que no existe ninguna agricultura que no sea orgánica si somos rigurosos con el término. Y algo más paradójico aún es llamar a una agricultura ecológica, una contrariedad en todo su esplendor, porque no hay nada más poco ecológico que destruir la fauna y flora de un suelo para plantar encima de él.
El sello de agricultura ecológica sólo avala que ese producto ha cumplido con la tramitación (administrativa) pertinente que una empresa PRIVADA emisora del título impone. Como muestra, si fuera un distintivo de producto más sano o más respetuoso con el medio ambiente, tendría un criterio unificado para todos los países, cosa que no ocurre, pudiendo ser considerado un producto de “agricultura ecológica” en España y no serlo en otros países Europeos, pese a haberse producido de la misma manera.
Estos productos, de los que no me declaro opositor, son de tres a cuatro veces más caros que los convencionales y encima de tres a cuatro veces menos productivos que los convencionales, por lo que una lectura podría ser, menos productivo, más zona de cultivo necesaria, ¿más beneficioso con el medio ambiente? … creo que no!
España es el principal productor europeo de agricultura ecológica, aunque en su mayoría todo lo exportamos a Alemania y otros países Europeos, aun así, somos el 4º país recibiendo subvenciones, por lo que producir, lo hacemos bien, pero exigir nos queda grande.
El cobre sigue estando autorizado, a pesar de ser tremendamente tóxico. Además la dosis de aplicación es bastante generosa (6kg/ha), por no hablar de los “consejos homeopáticos” para evitar el uso de antibióticos (si no estás en América, porque allí sí se permite), o de la posibilidad de maduración en cámaras frigoríficas… ¡nada más ecológico! Todo esto es demostrable desde el 8 de Abril en el nuevo reglamento de ejecución de la Agricultura ecológica a nivel de la UE, publicado en el BOE el 9 de Abril.
Con estos datos encima de la mesa, parece que la agricultura ecológica no es tan ecológica como nos quieren vender y más sana tampoco, de los poquitos estudios nutricionales que hay al respecto (de rigor, quiero decir), solo se concluye un aumento de antioxidantes en alimentos ecológicos y un menor aporte de aminoácidos y proteico (a favor de los alimentos convencionales), ambos irrelevantes para sacar conclusiones nutricionales a favor de ninguno.
A la vista de todo esto, llamemos a la agricultura ecológica como un sistema productivo más, como hay otros, pero no le atribuyamos beneficios que no tiene, al menos por ahora no demostrados.
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