Los nuevos tiempos han cambiado la visión tradicional de la economía y el consumo: aunque los consumidores han recuperado comportamientos más austeros y tradicionales, han realizado pequeños cambios y matices adaptados a las nuevas necesidades económicas y a la irrupción de las nuevas tecnologías. De hecho, han emergido elementos clave que llevaban funcionando años y años pero perdieron fuelle como el trueque o el simple hecho de compartir gastos, con una pequeña adaptación a los nuevos tiempos gracias a las aplicaciones móviles y a las redes sociales. Hablamo de las diferentes aplicaciones economía colaborativa.
Lo que antiguamente se denominaba “trueque” ha sufrido un rebranding para ser conocido como consumo colaborativo o economía colaborativa (sharing economy) y ya no sólo se ha convertido en una tendencia más, sino que ha pasado a ser un movimiento de gran calibre que está generando cambios en los patrones de consumo de los consumidores.
La economía colaborativa está en auge
La economía colaborativa ya es uno de los modelos de negocio con mayor proyección a nivel mundial: son muy numerosas las plataformas online que se han adaptado y adherido a este nuevo modelo para dar facilidades a los consumidores y permitir que puedan intercambiar bienes y servicios de forma directa, sencilla y sin ningún tipo de intermediario.
Ventajas de la economía colaborativa
Pero, ¿por qué un patrón de consumo con tanta antigüedad está reemergiendo justo en esta época? Según estudios realizados por PwC, la economía colaborativa está en auge por tres motivos fundamentales:
- Confianza: Se ha incrementado notablemente la confianza de los consumidores en este tipo de servicios y herramientas gracias a la calidad del servicio y a la buena reputación obtenida a través del boca a boca y las redes sociales.
- Comodidad: La utilización de las plataformas online y los sistemas de economía colaborativa permiten al usuario encontrar de forma rápida y sencilla aquello que necesita.
- Sentido de comunidad: Al utilizar un producto o servicio de este tipo, el consumidor adquiere el sentido de comunidad, es decir, tiene la sensación de pertenecer y de estar integrado en un grupo, lo que le otorga un valor añadido. No se consume simplemente por consumir, se pasa a formar parte de una comunidad de usuarios, lo que le hace sentirse especial.
Si a estos puntos principales le añadimos el gran éxito que este tipo de productos ha tenido en los millennials (generalmente usuarios muy identificados con la cultura colaborativa y el hecho de compartir gastos), queda más que demostrado el cambio que se está produciendo en el significado de tener algo en propiedad entre la población en general.
Se está produciendo un cambio cultural en nuestro entorno en el que se pasa de una economía de propiedad a una economía de acceso. Ya no compramos todo aquello que necesitamos, ahora preferimos pagar menos y utilizarlo sólo cuando nos sea estrictamente necesario.
Ejemplo de aplicaciones economía colaborativa
Aunque los ejemplos más conocidos son Airbnb o Blablacar, el consumo colaborativo no se limita a un solo ámbito de actividad. De hecho, cualquier sector en el que se pueda compartir algún bien o servicio puede estar sujeto al consumo colaborativo: desde plataformas de intercambio de ropa (ThredUP), hasta plataformas de crowdfunding (Verkami, KickStarter) o, incluso de intercambio de comida (Compartoplato).
Sea como fuere, los verbos compartir, prestar o alquilar ya se están expandiendo con más fuerza que nunca por la economía mundial. Y, aunque aún quedan muchas tareas pendientes por desarrollar (principalmente la regulación de su utilización para evitar economías sumergidas), el éxito de este nuevo modelo de negocio demuestra que estamos ante una sociedad que quiere cambiar la forma en la que vive: empezamos la era colaborativa.
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