El famoso lema laissez faire laissez passer es el resumen perfecto del pensamiento económico liberal surgido en el siglo XVIII. Aunque es durante el siglo XIX cuando el liberalismo político y económico alcanza su madurez y consolida su dominio en Europa y América, fue durante la Ilustración cuando empezó a desarrollar sus señas de identidad características.
El liberalismo económico trataba de definir un modelo de relaciones económicas contrapuestas a las que establecía el mercantilismo del Antiguo Régimen. El mercantilismo se había desarrollado en el siglo XV y durante la primera mitad del siglo XVIII aún dominaba el pensamiento económico europeo. El mercantilismo estaba en perfecta sintonía con el pensamiento político de la época, el absolutismo, y se caracterizaba por la estrecha relación existente entre el poder político y la economía, mediante un alto grado de intervencionismo por parte del Estado en la actividad económica. También existía un férreo control de la moneda por parte de este, al pensar que la acumulación de metales preciosos por parte de Estado era la única forma de enriquecimiento posible, que además era limitado, lo que conllevaba unas prácticas comerciales basadas en el proteccionismo del comercio nacional.
El pensamiento liberal de la segunda mitad del siglo XVIII supuso el desarrollo de un modelo de relaciones políticas y económicas totalmente opuestas al absolutismo y al mercantilismo. Desde el punto de vista económico, estas relaciones se fundamentaban en el principio laissez faire laissez passer, (dejad hacer, dejad pasar). Este lema se trasladaba a la práctica a través de la no intervención estatal en la economía y en la liberalización del comercio nacional e internacional.
El origen del lema: los fisiócratas franceses
Aunque el lema laissez faire laissez passer suele relacionarse con el economista inglés Adam Smith, lo cierto es que su autoría debe atribuirse a los fisiócratas franceses. La fisiocracia fue una escuela de pensamiento económico que surgió en Francia como reacción al pensamiento intervencionista del mercantilismo y a su excesivo cuerpo regulatorio.
Fue el cofundador de la escuela fisiocrática, el ilustrado François Quesnay, quien acuñó las dos expresiones que acabarían fundiéndose en una sola: laissez faire laissez passer. Quesnay fue el primero en apuntar la existencia de una especie de ley natural que aseguraba el buen funcionamiento de los sistemas económicos, sin que el Estado tuviera que intervenir en ellos y que se resumía en el famoso lema.
Posteriormente, durante la década de 1750, la expresión fue popularizada por Vincent de Gournay y Jacques Turgot, otros importantes cofundadores de la fisiocracia, quienes siguieron desarrollando el concepto en sus escritos. Para ellos la libertad individual y el interés egoísta contribuían al bien general, sin necesidad de regulaciones y leyes estatales.
Adam Smith y la riqueza de las naciones
Las ideas de los fisiócratas franceses tuvieron mucho éxito en el Reino de la Gran Bretaña, el único país que en esos momentos tenía un régimen político parlamentario y que estaba a punto de iniciar la Primera Revolución Industrial.
Paralelamente a estos acontecimientos, entre 1763 y 1766 el economista escocés Adam Smith, inicia una serie de viajes por Francia y Suiza que lo harán entrar en contacto directo con los principales personajes de la Ilustración continental como Voltaire, Diderot, D´alambert, Necker y el propio Benjamin Franklin (afincado en París en aquella época). Pero sin lugar a duda, lo que cambió la vida de Smith y de paso el rumbo de la historia de la humanidad, fueron los encuentros que mantuvo con Quesnay, Gournay y Turgot y el descubrimiento que hizo de sus ideas económicas.
Tras su regreso al Reino de la Gran Bretaña, Smith maduró y trabajó las ideas de los fisiócratas franceses durante años, hasta que construyó su propia teoría económica plasmada en el libro Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776). La riqueza de las naciones, como suele conocerse esta obra, está considerada como el primer libro de economía moderna, como el hito fundacional de la Escuela Clásica económica y origen también del liberalismo económico.
Características básicas del liberalismo económico
La obra de Smith revolucionó el pensamiento económico y estableció las bases de la contemporaneidad en esta disciplina, (la independencia de los EE.UU. y la Revolución francesa, hicieron lo mismo en el plano político).
En La riqueza de las naciones, Smith trataba de hacer, precisamente eso, una investigación acerca de las formas de enriquecerse de los distintos países. La conclusión de su investigación fue que la iniciativa individual, sin trabas impositivas ni legales que obstaculizaran de alguna manera la actividad económica, era la forma de enriquecimiento más efectivo para la nación.
Tras La riqueza de las naciones, el pensamiento liberal fue modelándose a partir de una serie de ideas clave que ya fueron esbozadas por Smith en su obra. Hablamos, por ejemplo, de la libertad económica, la libertad de mercado, la acumulación de capital y el crecimiento ilimitado.
La Libertad Económica y la Libertad de Mercado
Para Smith, nada favorecía más el enriquecimiento que la libertad en el ámbito económico, mediante la reducción a la mínima expresión de la intervención estatal. Para él, los mercados se regulaban de forma independiente a través del librecambismo o la libre concurrencia. Apuntaba aquí a la existencia de una “mano invisible” que regula las relaciones económicas a través de la “Ley de la oferta y la demanda” y del “libre acuerdo entre patronos y obreros” (ambas ideas de su autoría).
Según las teorías de Smith la “mano invisible” actúa en el mundo de la economía a través de la libertad de empresa, la libre concurrencia y la ley de la oferta y la demanda, corrigiendo sus desequilibrios. Smith era un firme defensor de la abolición de todas las barreras arancelarias, los monopolios estatales y en general de cualquier tipo de obstáculo que impidiera la libertad comercial o el librecambismo.
La Acumulación de Capital y el Crecimiento Ilimitado
El objetivo último de la actividad económica para Smith era la acumulación de capital, a la que consideraba la base del crecimiento. El capital acumulado era la principal fuente de inversión en las empresas, lo que permitía seguir creando riqueza y rentabilidad financiera.
Por otra parte, en contra de las doctrinas mercantilistas, Smith consideraba que era posible un crecimiento ilimitado de la producción, y, por tanto, también de la riqueza y de los beneficios.
Estas cuatro ideas fundamentales, tiene un nexo de desarrollo común y posiblemente el principal postulado de la obra de Smith, que en sus propias palabras quedaría expresado así: “cuando uno trabaja para sí mismo, sirve a la sociedad con más eficacia que si trabaja para el interés social”. Para Smith, el egoísmo y la iniciativa individual son la clave del sistema económico liberal.
El papel del Estado para Adam Smith
Pero Adam Smith, en contra de lo que mucha gente cree hoy día acerca de él, sabía y así lo expresó, que el Estado aún reducido a su mínima expresión era fundamental a la hora de garantizar la iniciativa privada y la libertad individual. De esta forma, Smith atribuía al Estado una serie de funciones básicas para salvaguardar el sistema económico liberal.
La protección contra las agresiones exteriores es una de estas funciones. El Estado sería el protector del mercado interno, al defender con el ejército cualquier tipo de injerencia exterior. De igual forma, el Estado también debería ser el protector del mercado interior, mediante la policía y los tribunales. En esta misma línea Smith considera que es el Estado el encargado de regular la actividad bancaria, para evitar la usura, de regular la emisión de moneda o garantizar la propiedad privada y las patentes.
Smith también consideraba que el Estado debía de hacerse cargo de un conjunto de actividades o empresas, consideraba que no eran rentables para la actividad privada, algo que hoy día consideraríamos como servicios sociales. Curiosamente, Adam Smith, el padre del liberalismo económico, consideraba que ciertas actividades como el transporte público, la educación o la sanidad debían ser asumidas directamente por el Estado, ya que, aunque no podían ser rentables para la empresa privada, si eran esenciales para mantener el orden y la paz social.
Conclusiones
No cabe duda de que las teorías de Adam Smith han tenido una importancia fundamental en la configuración del mundo contemporáneo tal y como lo conocemos hoy día. Tampoco cabe duda, de que muchas de sus ideas han sido matizadas, corregidas o directamente cuestionadas por otras escuelas de pensamiento económico (algunas herederas directas de la Escuela Clásica), por todo tipo de economistas y pensadores. Incluso por la propia puesta en práctica de estas ha demostrado sus limitaciones, próximamente trataremos las contradicciones y las críticas al liberalismo económico, pero en todo caso, tras Adam Smith y La riqueza de las Naciones, las ciencias económicas y la práctica de esta no volvieron a ser las mismas.
Referencias Bibliográficas
- Adam Smith, "Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones", México: Fondo de Cultura Económica. (1958)
- R.R. Palmer y Joel Colton "Historia Contemporánea 2º Ed. Editorial Akal (1990)