Las habilidades de un buen directivo están cada vez más presentes en el lenguaje de organizaciones de distintos niveles, y aunque en ciertas ocasiones ha servido como paraguas para englobar todo tipo de decisiones, ahora ha sufrido una evolución que ha provocado que su uso sea necesario como herramienta para que los jefes también actúen como líderes.
Debido al extremismo imperante en la repartición de poderes en las organizaciones actuales, la actuación de los líderes "no jefes" está surgiendo con mayor fuerza aún, siendo el consecuente fruto de un vacío, cada vez mayor, en el lugar intermedio de las estructuras jerárquicas operantes. Por tanto, es la propia estructura base de la organización la que reclama de forma subconsciente una persona, o conjunto de estas, que sea capaz de aglutinar y proyectar el conocimiento y clima del grupo de trabajo.
¿Las habilidades de un buen directivo se pueden aprender o son innatas?
Las necesidades que vienen a solventar estos líderes no son más que las ineficiencias producidas por la escasa operatividad que pueda ofrecer una estructura jerárquica actual. Si analizamos el papel de estos dentro de la organización, podemos encontrar diferencias fundamentales con respecto a las tareas y responsabilidades que se pueden esperar de un jefe al uso. Ante este planteamiento surge el interrogante más común:¿puede un jefe adquirir las habilidades de un buen directivo necesarias para influir en la misma medida que un líder? Definitivamente, sí.
Sí por varios motivos pero, fundamentalmente, por la influencia que es capaz de generar en la fluidez en la comunicación, en la creatividad del grupo de trabajo y en la mejora del clima de los equipos de trabajo. Y es que la importancia de trabajar para una mejora del entorno se sustenta en datos como los emitidos en estos últimos tiempos, como el que afirma que más de la mitad de los accidentes laborales mortales tienen causas no traumáticas.
Esta cifra nos aporta una idea general de la gran cantidad de personas que no se encuentran cómodas en el ambiente de trabajo. Bien sea por los niveles de presión y estrés, o bien sea por factores ergonómicos físicos, lo que es cierto es que no se está realizando una gestión correcta de los tiempos y formas de trabajo, influida a su vez por la falta de fluidez anteriormente mencionada.
Habilidades directivas
Volviendo a las pautas que pueden ayudar a que los componentes de un grupo sean capaces de asimilar al jefe como líder, hemos de orientarnos a todo el conjunto de acciones que transformen al jefe en guía. El jefe, como tal, debe alejarse del papel de “decisor total” para mostrarse como nexo en las siguientes habilidades de un buen directivo:
Conocimientos y actitudes de un grupo
El jefe debe actuar como filtro del conocimiento, siendo el principal formado en los aspectos técnicos de la organización, lo que le preservará un lugar de liderazgo ante un eventual re-diseño de procesos relacionados con la introducción de nuevas tecnologías y/o novedades de otro tipo.
Facilidades de un ambiente propicio para la generación de ideas
La contribución del jefe a favorecer un ambiente en el que los componentes del equipo se sientan liberados y en disposición de reinventar es crucial, ya que la imposición de tareas y barreras coarta todo intento de plantear nuevas formas.
Potenciación de la comunicación informal de la organización
Además de los mecanismos necesarios que deben de utilizarse para ciertos mensajes de la comunicación formal, es sabido por todos que la comunicación informal es la fuente de información más influyente de los componentes de la organización, con lo que el jefe debería apostar por introducirse dentro de esta para facilitar su uso y procurar emitir su propio mensaje.
Si extrapolamos estas pautas a organizaciones de cualquier tamaño, seríamos capaces de acercar ambas figuras, jefe y líder, olvidando las viejas e improductivas fronteras que se han creado como mecanismos de control que solo ayudan a “descafeinar” la creatividad y progreso de una organización.