Ya en el siglo XIX con la realización del primer viaje organizado por agencias de viajes se hizo latente la necesidad del ser humano de escapar de lo cotidiano de una manera temporal, ya fuese por la necesidad de salir de la rutina o por la añoranza del regreso, pero ese sentimiento era el que motivaba realmente a realizar viajes.
Este deseo apareció en una sociedad en la que solo se tenían en cuenta las necesidades básicas, por lo que viajar era tomado más bien como un capricho, para lo que únicamente se necesitaban “provisiones”. En muy pocas ocasiones viajar estaba considerado como una actividad que iba a reportar un beneficio económico.
En este contexto, los intermediarios turísticos comenzaron a ofrecer productos basados en necesidades primarias como pueden ser el alojamiento, comida, desplazamiento y alguna que otra actividad complementaria, surgiendo así los inicios del turismo y la comercialización de productos a través de agencias de viajes.
Si nos centramos en los años noventa, podemos recordar el gran crecimiento de estas agencias de viajes debido a la comercialización de paquetes turísticos. Estos paquetes fueron un éxito porque ofrecían de una manera compacta el viaje deseado, sin la necesidad de preocuparse por la organización del mismo ya que una serie de profesionales se encargaban de hacerlo de manera autónoma. Sin embargo, surgía un gran inconveniente, la estandarización de dichos paquetes por parte de las agencias de viajes proveían a todos los turistas de un servicio similar basando en la venta masiva.
Dicho esto, pongamos la vista en los últimos años donde las necesidades del turista están relacionadas con el prestigio social y una concepción humanista del mundo.
La mayoría de los motivos que incitan a viajar son subjetivos, directamente relacionados con la imagen que queremos que los demás tengan de nosotros y la que proyectamos hacia nuestro interior.
Esta situación pone de manifiesto que el turista ya no busca una conjugación de actividades , una guía de restaurantes donde comer o un sitio donde dormir, busca los medios que le provean de una EXPERIENCIA. Y no cualquier experiencia, una experiencia inolvidable en un entorno idílico.
Ante este cambio en los deseos turísticos, los intermediarios han enfocado su estrategia de marketing a comercializar experiencias, pudiendo encontrar así vallas publicitarias y anuncios donde se destaca el exclusividad del viaje.
Ya no se ofrece tan sólo un servicio, se busca la diferenciación, sentirse especial y sentir que realmente se está viviendo el itinerario. Este sentimiento no está basado sólo en realización del mismo, sino en ver que esta experiencia es inigualable y que el turista podrá contarla de una manera especial.
Son estos factores los que propician la aparición de nuevos destinos centrados en los sentidos y que huyen de lo estandarizado.
Las estructuras sociales han cambiado y con ellas los hábitos de consumo, por lo que el cambio en el turismo; sector dinámico y que se amolda a los deseos del consumidor, es inminente ya que la evolución es el único camino de este sector para desarrollarse y evitar quedar obsoleto.