El trabajo desde los distintos niveles de intervención en Atención Temprana comprende según indica el libro blanco de la Atención Temprana:
“el conjunto de intervenciones dirigidas a la población infantil a la población infantil de 0-6 años, a la familia y al entorno, que tienen por objetivo dar respuesta lo más pronto posible a las necesidades transitorias o permanentes que presentan los niños y niñas con trastornos en su desarrollo o que tienen el riesgo de padecerlos”
(pág. 12).
Así, la intervención temprana comprende las actuaciones llevadas por distintos profesionales del ámbito social, médico y educativo en niñas y niños de entre o y 6 años. En España, este período de atención temprana se divide en dos tramos de forma general, 0-3 años y 3-6 años respectivamente.
La actividad en el campo de la Atención Temprana se afianzó en España, sobre todo, a partir de los años 90. En esta década la publicación de investigaciones y estudios centrados en la atención a la población infantil se extendió en el mundo académico, demostrando que una intervención precoz en distintos problemas relacionados con el desarrollo mejoraba sustancialmente las posibilidades de una vida digna y satisfactoria de aquellas niñas y niños que podían presentar alguna discapacidad.
La atención temprana en el marco internacional
La atención a la infancia cobra especial relevancia en España desde la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño en 1989. A través de los acuerdos de esta convención, se reivindica el reconocimiento de niños y niñas como personas con derecho a un completo desarrollo físico, mental y social.
La propia convección en el artículo 23.1 indica que:
“Los Estados partes reconocen que el niño, mental o físicamente impedido deberá disfrutar de una vida plena y decente en condiciones que aseguren su dignidad, le permitan llegar a bastarse a sí mismo y faciliten la participación activa del niño en la comunidad”
De igual forma, desde las Naciones Unidas a través en la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, aprobada en 2006, se insta a los Estados partes a proveer las medidas necesarias en materia de salud, empleo, educación y servicios sociales para garantizar la mayor independencia a todas las personas más allá de las distintas necesidades que puedan tener.
Para ello, se remarca la importancia de comenzar las distintas intervenciones en la etapa más temprana posible, garantizando el desarrollo de una evaluación multidisciplinar en relación a las capacidades y necesidades.
El reconocimiento del derecho a la atención temprana en España
En nuestro país, el Real Decreto 291/2015 de 17 de abril en las modificaciones realizadas respecto a la regulación de las prestaciones de la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, recoge la “Atención Temprana” como uno de los servicios fundamentales para proveer una mayor autonomía a las personas con discapacidad.
No obstante, es importante remarcar que tal y como se indica en el Libro Blanco, la Atención Temprana debe abarcar un espectro de intervención mucho más amplio, no solo centrado en aquellas personas que tengan reconocido un grado de dependencia.
La regulación normativa en materia de servicios sociales está transferida en España a las distintas comunidades autónomas. No obstante, tal y como recuerdan desde la Federación de Asociaciones de Profesionales de la Atención Temprana, en octubre de 2017, el Congreso de los diputados a través de la Comisión de Derechos de la infancia y la adolescencia, aprobó una proposición no de ley para instar a:
“armonizar la atención infantil temprana en todas las comunidades autónomas, así como a impulsar todas aquellas medidas que en el ámbito de la cartera de servicios comunes del Sistema Nacional de Salud sean necesarias para proporcionar una atención integral a la población infantil con trastornos en el desarrollo o en riesgo de padecerlos”
De esta forma, la atención infantil temprana se presenta como un ámbito de especial importancia en nuestra sociedad actual. Por tanto, se hace necesario revisar los criterios de actuación en relación a los proceso de intervención desde los distintos niveles de Atención Temprana.
La atención temprana en educación infantil
La atención temprana comprende la atención de las necesidades educativas desde 3 niveles distintos y complementarios de intervención:
Prevención primaria: Engloban medidas universales de atención y promoción de la salud con las que se trata de llegar a todas las familias.
La prevención secundaria: Desde este nivel de prevención se busca detectar lo antes posible cualquier necesidad ligada a enfermedades, trastornos o situaciones que puedan representar un riesgo para la niña o niño.
Prevención terciaria: Se trata de un nivel de prevención que se pone en marcha una vez que se ha detectado algún problema y como medida de prevenir un avance en los factores que puedan incidir en el desarrollo de la persona.
En estos niveles, el factor educativo se convierte en un elemento central, favoreciendo el desarrollo. Así, uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta en educación infantil es el correcto desarrollo de la motricidad.
En educación infantil, el trabajo de la motricidad representa una forma de proveer factores de relación, conocimiento y experimentación de las propias posibilidades corporales.
Convertir el cuerpo en objeto central de nuestra acción educativa, supone trabajar tratando de desligar esta etapa de infantil de la excesiva intelectualización, propia de niveles superiores, a la que se le somete hoy en día.
En este sentido, conviene transitar por las distintas presencias corporales que tal y como indican Marcelino Juan Vaca y Mª Soledad Varela, pueden tener lugar en el proceso educativo: Cuerpo implicado, cuerpo silenciado, cuerpo instrumentado, cuerpo objeto de tratamiento educativo, cuerpo objeto de atención y cuerpo suelto.
Las cuñas motrices en infantil
Tradicionalmente nuestras clases priman la hegemonía de un cuerpo silenciado en el aula, una presencia corporal en la que estar quietas/os, en silencio; una educación que restringe la libre expresión de las emociones corporales.
Frente al cuerpo silenciado, las cuñas motrices que propone Marcelino Vaca buscan explorar los deseos y necesidades que surgen desde la expresión corporal.
Las cuñas motrices se estructuran en períodos de unos 10 minutos a lo largo del tiempo escolar, alternando las distintas formas de expresar nuestra corporeidad. De esta forma:
El cuerpo silenciado se expresa cuando en calma, participamos de un diálogo, una asamblea. Son aquellos momentos en los que el ámbito corporal no es protagonista principal, sino que pasa desapercibido en la acción.
Trabajaremos el cuerpo implicado cuando establecemos rincones en los que toman acción a través de la manipulación, la organización o el juego simbólico.
El cuerpo instrumentado, implica la necesidad de movernos para profundizar en la comprensión de distintos conceptos, que se trabajan en clase.
El desarrollo de juegos motores o canciones acompasando los ritmos, representa una buena forma de incluir el cuerpo como objeto de tratamiento educativo; mientras, usamos el cuerpo como objeto de atención cuando atendemos a sus necesidades higiénicas, nutricionales o ergonómicas.
Por último, el cuerpo suelto estará presente en los momentos de recreo, de expresión libre a partir del movimiento.
Trabajar con el cuerpo es por tanto una forma de hacer que los procesos educativos se conviertan en experiencias de respeto a los distintos ritmos de desarrollo psicológico, biológico y socio-emocional de nuestro alumnado, buscando dar respuesta a un desarrollo global, rompiendo con los modelos tradicionales de aprendizaje, construidos desde la separación dicotómica de lo racional-mental frente a lo corporal-emocional.