Nuestra vida, tal y como la conocemos, solo es perceptible gracias al órgano más complejo de nuestro organismo, que es el cerebro. Toda actividad humana parte desde este órgano, compuesto por diferentes estructuras que funcionan como un todo y nos permiten llevar a cabo funciones o actividades específicas. Cantar, bailar, reír, llorar, conducir, trabajar, respirar, disfrutar una película o una deliciosa comida, reconocer olores... Regula todas las funciones básicas del cuerpo humano, después de recopilar, analizar e interpretar la información que llega desde el exterior.
Las células que componen este órgano fundamental son las neuronas, también llamadas células nerviosas. Miles de millones de neuronas interconectadas en red transmiten la información a una velocidad pasmosa, con el fin de darnos la conciencia que nos hace únicos, y permitiéndonos regular aquello que sentimos, pensamos y hacemos. Como decíamos, esto es posible a la interconexión de aquellas partes que componen el Sistema Nervioso, en general, y el cerebro en particular. Las neuronas envían y reciben mensajes en forma de señales eléctricas y químicas. Cuando una célula recibe y procesa el mensaje, esta se la envía a la siguiente, hasta que el mensaje llegue en cadena al destino.
Los efectos de las drogas en el cerebro
El consumo de drogas afecta directamente al funcionamiento normal del cerebro. Con el consumo de drogas, introducimos en nuestro organismo sustancias químicas capaces de interferir en el modo en el que nuestras neuronas envían, reciben y procesan la información. Algunas drogas, como la marihuana o la heroína, poseen una estructura química idéntica a la estructura de los neurotransmisores naturales que produce el organismo para transmitir los mensajes que viajan entre las células nerviosas. De este modo, cuando se consume alguna de ellas, los receptores específicos no anclan neurotransmisores, sino las estructuras químicas de la droga, que por su similitud se anclan a la neurona y la activan. Claro que la activación de la neurona a través de la droga se traduce en mensajes anómalos o alterados que se transmiten por la red neuronal, traduciéndose y reflejándose como los efectos propios de cada sustancia.
Otras drogas, como la cocaína o las anfetaminas, producen un descontrol en la liberación de neurotransmisores naturales, o también interfieren en el reciclaje de estos una vez que han sido liberados. Este efecto o alteración conlleva la transmisión de un mensaje amplificado en desproporción, que afecta en última instancia a los canales de comunicación. Esto explica, por ejemplo, la gran euforia o actividad que despierta el consumo de este tipo de drogas estimulantes, así como la sensación de bienestar en el consumidor.
¿Por qué las drogas crean dependencia?
El placer asociado al consumo de drogas, sobre todo de aquellas drogas más adictivas, repercute directamente en el sistema de recompensas del cerebro. La dopamina es un neurotransmisor que regula el movimiento, la motivación, las emociones y los sentimientos de placer. La activación de este neurotransmisor a niveles normales actúa como recompensa de nuestros comportamientos naturales, y libera unas cantidades que nos producen placer y nos hacen sentir bien, por ejemplo, cuando hacemos deporte, cuando practicamos sexo o cuando comemos. El consumo de drogas, la mayoría de ellas, sobreestimula la liberación de dopamina a unos niveles desproporcionados y de un modo mucho más directo, llenando el circuito neuronal de este neurotransmisor. Esto se traduce en una sensación de euforia y de placer supremo que refuerza el consumo, ya que el consumidor buscará de nuevo el consumo de la droga para obtener los mismos resultados de placer aumentado.
Esto conlleva una consecuencia nefasta para el cerebro que contribuye a que la adicción se desarrolle en el consumidor. El consumo prolongado de drogas provoca que los niveles de neurotransmisores generados por el propio sistema nervioso sean anormalmente bajos o reducidos, como por ejemplo, el de dopamina. Esto se traduce en la limitación de la persona para sentir placer en aquellas situaciones normalmente placenteras. El consumidor deja de disfrutar de aquellas experiencias que antes le producían placer, ya que su sistema de recompensas ha sido alterado, y ahora solo puede llegar a niveles de satisfacción y placer normales gracias al consumo de drogas. Esto se agudiza con el fenómeno de la tolerancia, puesto que el consumidor necesitará dosis de droga cada vez mayores para alcanzar los mismos efectos, contribuyendo nuevamente al desarrollo de la adicción. El círculo vicioso se completa con la pérdida de autocontrol y de la capacidad de razonamiento una vez que ha desarrollado la adicción. Como resultado, una vida dedicada al consumo de drogas a petición de nuestro propio cerebro.
Comentarios
Buenísima explicación al respecto