En la realidad actual de nuestro país, se están escuchando cada vez un mayor número de voces procedentes de diferentes ámbitos, social, político, cultural y por parte de la ciudadanía en general, que piden a las empresas que asuman el liderazgo para “sacar” a España de la situación en la que se encuentra inmersa.
¿Pero tiene el mundo empresarial capacidad para ello? En general la empresa puede crear empleo siempre y cuando su producto o servicio sea competitivo, lo cual deriva en que sea consumido y deje el margen de beneficios previsto para los accionistas o propietarios. La pregunta es, ¿puede la empresa hacer algo más por la sociedad?
La respuesta es sencilla: sí. Todas las empresas pueden contribuir de forma voluntaria a la mejora social, económica y medioambiental de su entorno. Generalmente, cuando esto se produce, se persigue el objetivo de mejorar la imagen de la empresa, su situación competitiva y contar con un valor añadido (no se trata solamente de cumplir con la legislación vigente, tanto a nivel laboral, fiscal y medioambiental, si no de dar algo más sin que sea impuesto a través de una Ley).
Diferencia entre la responsabilidad social corporativa y la responsabilidad social empresarial
A todo esto es lo que llamamos la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) o la Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Entre ambas hay una sutil diferencia: en la primera se engloban a todas las organizaciones, sean empresariales o no, y en la segunda, como su propio nombre indica, a las empresas.
¿Cuándo surge y por qué? Los primeros antecedentes que encontramos a la RSC surgen en pleno siglo XIX, cuando algunos industriales americanos y europeos comenzaron a preocuparse por las condiciones de vida de sus empleados (vivienda, bienestar etc.). Al mismo tiempo comenzaron a surgir movimientos que consideraban poco ético, el lucro con productos que eran perjudiciales para la salud y la sociedad (venta de tabaco, alcohol etc).
A medida que nos adentramos en el siglo XX con la implantación del Estado de Bienestar, se avanzó hacia las relaciones formales integrales en el mundo empresarial, ya que la empresa se convirtió en un importante agente de desarrollo local y hasta el momento el único objetivo empresarial había sido mejorar la productividad y los beneficios.
La expresión RSC surge en los años 50-60 en Estados Unidos, pero en Europa no llega hasta los años 90, cuando la Comisión Europea trata de implicar a los empresarios en una estrategia de empleo que generara mayor cohesión social al emplear a parados de larga duración o en situación de exclusión social.
Finalmente, en 1.999, el Secretario General de Naciones Unidas Kofi Annan, en el Foro Económico Mundial de Davos, propuso la creación del Pacto Mundial (Global Compact) que delimita el concepto de la RSC, cuya finalidad última es promover el diálogo social para la conciliación de los intereses de las empresas, con los valores y demandas de la sociedad civil.
Para las empresas europeas o situadas en suelo europeo, que se deciden a incluir la RSC en su estrategia empresarial, existe un documento guía llamado “Libro Verde” que fue publicado el 18 de julio de 2.001, para dar el apoyo institucional definitivo de la Comisión Europea, a las corporaciones que voluntariamente quieran contribuir a crear una sociedad mejor y al cuidado del medio ambiente.
Responsabilidad social corporativa en la actualidad
Actualmente en España, el 37% de las empresas que han introducido la RSC en su estrategia consideran los resultados como buenos o muy buenos frente al 43% a escala mundial. El hecho de que a nivel general no exista ningún tipo de indicador estándar para la medición de los resultados de la RSC hace que los indicadores y datos de medida vengan dados directamente por las empresas, lo cual no es muy objetivo.
Se puede afirmar que en nuestro país nos encontramos en la fase de sugerir o demandar al mundo empresarial la inclusión de la RSC en su política mercantil, ya sea por presiones de los consumidores, inversores, accionistas o la comunidad en general (stakeholders) o por las peticiones que parten de las administraciones públicas. Para su implantación, está tomando cierta relevancia la figura profesional del “DIRSE” (Director de Responsabilidad Social Corporativa).
A nivel mundial, si hay países que tienen muy en cuenta la RSC dentro de sus empresas, destacan Suecia, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Reino Unido, Noruega y Nueva Zelanda.
En teoría, el hecho de que las compañías se impliquen en resolver o mejorar situaciones que afectan a la población de su zona de influencia, sin contraprestación alguna, debe ser motivo de esperanza, ilusión, alegría u optimismo, pero si tenemos en cuenta el dilema de Goodpaster y Mathews, que sostiene que “las empresas multinacionales son tan poderosas que es peligroso que se inmiscuyan en temas sociales y políticos, pero también lo es, que solamente se dediquen a maximizar sus ganancias”, quizás deberíamos preguntarnos lo siguiente: ¿realmente las entidades que implantan la RSC lo hacen porque realmente son solidarias o porque lo ven como una forma de aumentar sus beneficios?
Quizás en este caso deberíamos aplicar la premisa que dice que “El Fin Justifica los Medios”. Si nuestra sociedad se beneficia y mejora gracias a la participación de la empresa, y esta última aumenta su competencia comercial gracias a la RSC como actividad estratégica adicional, todo el mundo debería de ganar. Por tanto, EMPRESAS… ¡a la caza de la RSC!