El día internacional contra la violencia de género (25 de noviembre) es un momento de denuncia y reivindicación, y también un buen punto de partida para propuestas que desde cualquier ámbito piensen en acciones que puedan mejorar la situación actual. Uno de los puntos en los que casi todas las expertas y expertos coinciden es en la necesidad de incidir en la educación afectivo-sexual infantil como una de las oportunidades de cambio más potentes.
La coeducación en España ha sufrido cambios en los últimos años, sobre todo porque muchos de sus objetivos se encuentran influidos por aspectos políticos, lo que hace que los avances que se logran puedan ser rebatidos con un posterior cambio de gobierno. Aunque los y las profesionales coinciden en la necesidad de que la educación por la igualdad sea algo transversal a todas las asignaturas, la verdad es que aún estamos lejos de lograr que esto sea una realidad.
Sin embargo, la educación afectivo-sexual y de género por parte de profesionales especializados es una oportunidad para que estos temas se traten en las aulas. Muchos profesores y profesoras ya abordan temas como la igualdad de género, la violencia machista o las diversas orientaciones sexuales en sus aulas (aunque en muchos casos esto nace de su propia iniciativa y no porque forme parte del currículum escolar), lo que unido a la posibilidad de incluir talleres participativos en educación sexual y de género, supondría un gran paso en pos de la igualdad, el respeto a la diversidad y el principio del fin de las violencias.
Qué es la educación afectivo-sexual infantil
La educación afectivo-sexual y de género se considera un aprendizaje que busca promover la igualdad trabajando desde el respeto a la diferencia. La diversidad es intrínseca a las personas, con lo que trabajar distintas opciones y orientaciones sexuales, desmitificar la sexualidad, incidir en el autoconocimiento corporal y emocional y reflexionar sobre las identidades de género, entre otros, son modos de fomentar el respeto y la no violencia.
La escuela es, junto con el entorno familiar o los medios de comunicación, uno de los contextos principales donde se interiorizan conductas, actitudes, roles y estereotipos ligados al género, lo que explica que el trabajo en materia educacional deba convertirse en el centro de las intervenciones para prevenir las violencias: el acoso escolar, las relaciones abusivas, los malos tratos, etc.
La comprensión de la diversidad y el respeto por la diferencia étnica, corporal, de género... son las bases sobre las que se construye una educación afectivo-sexual y de género holística, sin prejuicios y científicamente correcta.
Por qué es un arma contra la violencia de género
El movimiento feminista dijo, hace muchos años, que lo personal es político y en el caso de la violencia de género este lema se vuelve aún más necesario. La apuesta por la educación afectivo-sexual y de género debería comenzar en edades tempranas, y la progresión y profundidad de los temas a tratar debería ir evolucionando como lo hace en otras materias, como las matemáticas o la literatura, del currículum escolar de niñas y niños. Sería importante así mismo centrar la atención en los aspectos positivos, trabajando desde un enfoque alejado del miedo, cambiando el discurso hacia otro basado en la autonomía y las capacidades de todos los niños y niñas para construirse y quererse.
El 7 de noviembre de 2015 muchas y muchos feministas se concentraron en Madrid para manifestarse y reivindicar que la violencia de género pasara a ser considerada una cuestión de Estado, entre otras cosas porque las víctimas mortales que se cobra esta violencia son muy numerosas. La variante educacional es una de las claves para cambiar esta situación. La esperanza presente y futura se encuentra justamente en todos esos niños y niñas que pueden, desde muy temprano, crecer en la diversidad y en el respeto a la diferencia, sentando las bases de una sociedad libre de violencias machistas.