En la actualidad, tanto la conciliación como la corresponsabilidad en los cuidados se alzan como estrategias necesarias para lograr un mayor bienestar y equilibrio social. Es por esto, que ambos conceptos están tomando gran relevancia en la esfera pública e introduciéndose, poco a poco, en la agenda política de nuestro país.
Tradicionalmente los cuidados invisibles han sido asumidos por las mujeres pero las transformaciones que han acontecido en las estructuras y dinámicas familiares han propiciado el cambio en las relaciones y nuevos planteamientos más igualitarios.
Estos cambios han sido influidos por elementos como la incorporación de las mujeres al mercado laboral de manera masiva, nuevas estructuras familiares, aumento de la esperanza de vida y el decrecimiento de la fecundidad, además del retraso de la maternidad.
Definición del concepto de cuidados
Los cuidados invisibles hacen referencia a las tareas asignadas tradicionalmente a las mujeres para el desarrollo de la vida cotidiana y la salud en el ámbito privado del hogar. Estos trabajos no remunerados se han visto invisibilizados e infravalorados históricamente, cuando son actividades esenciales para el mantenimiento de la vida, como por ejemplo la crianza.
Según datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística en la Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo 2015 las horas que las mujeres invierten semanalmente en trabajo remunerado y no remunerado son de 63,6 horas mientras que los hombres invierten una media de 56,7 horas a la semana.
Trabajos no remunerados, según la definición establecida por la Organización Internacional del trabajo (OIT), se consideran las tareas “de cuidado directo, personal y relacional, como dar de comer a un bebé o cuidar de un cónyuge enfermo, y las de cuidado indirecto, como cocinar y limpiar”.
Tipos de cuidados invisibles
Podemos diferenciar entre tres tipos de actividades dentro de los trabajos no remunerados, cuidados directos, cuidados indirectos o precondiciones del cuidado y gestión metal.
Los cuidados directos son aquellos que se basan en la atención directa a las personas, dar de comer a una persona en situación de dependencia, bañar a un bebé, etc.
Las precondiciones para el cuidado son las actividades indirectas que se sirven para favorecer y llevar a cabo los cuidados directos como por ejemplo: limpiar la casa, hacer la comida, etc.
Por último, la gestión mental está vinculada con el tiempo que se invierte en planificar, organizar y supervisar las actividades que van a llevar a cabo otras personas, lo cual es difícil de cuantificar en el tiempo y genera altos índices de estrés.
El trabajo no remunerado como actividad productiva
Debido a todas estas cuestiones, tan invisibles como poco valoradas, desde el ámbito de la investigación se propone estudiar el impacto que tiene este tipo de trabajo no remunerado en el Producto Interior Bruto (PIB) y en la economía global de los países.
Tal y como explica Durán (2017) la fórmula más sencilla para medir el valor de los cuidados invisibles es calcularlo en tiempo, y calcular así cuál sería el coste de estos trabajos si se exportaran al mercado monetarizado.
Además del impacto económico de estas cuestiones está la incidencia sobre la salud de las mujeres encargadas de este tipo de cuidados. Cuidar del bienestar de otras personas es un tarea que necesita grandes dosis de esfuerzo físico y mental y que, está relacionado con mayores índices de ansiedad y depresión.
Es importante tener presente que cuidar de los demás está íntimamente relacionado con el autocuidado y que, como sociedad tenemos que hacernos cargo de las responsabilidades de una manera más comunitaria, igualitaria y equilibrada para conseguir que las mujeres dejemos de estar hipotecadas y expropiadas de nuestro propio tiempo.