Desde hace unos años, hemos venido observando la preocupación por entender cómo desarrollar la Inteligencia Emocional. Hasta hace poco, se había entendido la expresión de los sentimientos y emociones como un signo de debilidad. Esto se asociaba a personas que no eran capaces de afrontar situaciones complicadas. Nada más lejos de esto, esa forma de comprender lo que las emociones significan ha ido cambiando.
Hemos empezado a asumir que los sentimientos son algo intrínseco a nosotros. Como personas humanas estamos ligados a ellos y ellos a nosotros. Influyen en nuestra forma de actuar, de interpretar la realidad y nos terminan definiendo en nuestro día a día. Por ello, vemos en la actualidad una gran cantidad de programas formativos que ponen especial interés en enseñar educación emocional.
¿Desde cuándo se empezó a tener en cuenta a la emoción dentro de la sociedad?
La toma de conciencia sobre el plano emocional se produjo desde el campo de estudio de la psicología. Fueron los años 90 los que vieron el nacimiento y extensión de un término de suma importancia, la Inteligencia Emocional. Este fue el precursor del cambio de visión respecto al ámbito de los sentimientos.
Hace referencia a la capacidad que tenemos de entender y gestionar nuestras emociones propias y las de los demás. Tal habilidad permite una correcta adaptación en el mundo social. Si somos capaces de entender cómo nos sentimos y cómo se sienten los que nos rodean, seremos capaces de emitir respuestas efectivas ante determinadas situaciones.
Los orígenes de la Inteligencia Emocional
La primera vez que se usa este término es en 1990, por Peter Salovey y John Mayer. El motivo principal que tuvieron para desarrollar este concepto fue la crítica que hacían a la forma tradicional de entender la inteligencia. En aquel momento los aspectos lingüístico y lógico-matemático eran los más valorados en el plano académico.
A pesar de haber sido ello los creadores del término, su popularidad se debe a otro autor. Fue Daniel Goleman, con la publicación de su libro “La Inteligencia Emocional” en el año 95, quien extendió las ideas principales sobre la importancia de las emociones.
Lo que une a estos autores es su idea de que la inteligencia es algo más que el correcto desempeño en el plano académico. La propia inteligencia es un constructo (una forma de medir en psicología), que aún no tiene una definición consensuada. Una forma común de entenderla es la de utilizar nuestros recursos cognitivos para adaptarnos al medio que nos rodea. Así, la Inteligencia Emocional también se entiende como una forma efectiva de adaptarse al medio. Para ello se utiliza la gestión de los sentimientos.
Relación con otras teorías
Se ha comparado la inteligencia emocional con la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner (1983). Este definía 8 tipos de inteligencia, entre las que se encontraban la intrapersonal y la interpersonal. Una se basaría en el propio autoconocimiento emocional, mientras que la otra sería la capacidad de reconocer los sentimientos de los demás. La suma de ambas daría lugar a la Inteligencia Emocional.
Necesaria para desenvolverse en sociedad
Son altamente reconocidos los casos de personas que son brillantes en áreas académicas concretas, como las matemáticas, la biología o la química. Sin embargo, esto no garantiza que tengan una vida exitosa. En ocasiones ese conocimiento no se extrapola desde el puro academicismo hasta el plano social en el que se necesita. Si somos seres que viven en sociedad, será necesario entender que estamos casi obligados a saber relacionarnos correctamente para sobrevivir.
Teniendo en cuenta la importancia que tiene saber gestionar la emoción, no es de extrañar que veamos el especial hincapié que se hace en su entrenamiento. Son muchos los psicólogos que centran su trabajo en enseñar a sus paciente cómo desarrollar la inteligencia emocional. Pero, ¿cómo se entrenan las emociones?
¿Cómo desarrollar la inteligencia emocional?
Llegados a este punto, es necesario que hablemos de cómo se puede mejorar esta inteligencia. Sobre todo, debemos entender que es el aprendizaje el principal procedimiento que debemos utilizar para trabajarla. Pongamos ejemplos de ello:
- Educación: La propia educación emocional es fundamental si queremos tener una correcta gestión de los sentimientos. Es la mejor forma de aprender cómo desarrollar la inteligencia emocional. Necesitamos conocer aquello que queremos trabajar para tener éxito en nuestros objetivos. Para ello, documentarse mediante diferentes medios resulta útil a la hora de realizar ese proceso de aprendizaje. En las consultas de psicología, esta educación emocional se lleva a cabo en las primeras sesiones. Si no entendemos cómo funcionan las emociones que sentimos, no podremos abordarlas y nos desbordarán.
- Autoconocimiento: Una vez aprendidas las emociones que existe y en qué momentos aparecen, debemos conocernos a nosotros mismos. ¿Qué emociones siento de forma más frecuente?, ¿cómo actúo frente a ellas?, ¿me resulta útil actuar así? Podemos llevar a cabo un registro de nuestros propios sentimientos mediante un diario. En él podemos ir anotando situaciones que nos resulten importantes y cómo actuamos en ellas. Con esto podemos ver a dónde nos lleva nuestra forma de actuar y pensar en alternativas que sean necesarias.
- Atención: La atención es una función cognitiva que nos permite seleccionar estímulos concretos e interactuar con ellos. Resulta interesante saber que también nos permite centrarnos sobre nuestras propias emociones e identificarlas. Cuando nos encontramos sobrecargados y desbordados, ignoramos los sentimientos propios. Debemos aprender a no llegar a ese tipo de estados, que silencian lo que sentimos. Son frecuentes los casos de personas que se encuentran saturadas con trabajo y que, cuando encuentran algo de paz que les permite reflexionar sobre sí mismos, empiezan a entender lo que les ocurre. Tenemos que tomar tiempo para atendernos a nosotros mismos.
- Autocontrol: Las emociones, sobre todo las negativas, tienden a expresarse de forma rápida. Cuando nos enfadamos podemos reaccionar de forma brusca ante los demás, con el consecuente arrepentimiento posterior. En estos casos es útil utilizar alguna estrategia como darse un determinado tiempo para contestar. Detenernos un minuto, tranquilizarnos y pensar en qué decir resulta útil para llevar a cabo respuestas más asertivas.
- Comprender a los demás: Es el paso final en el trabajo de la Inteligencia Emocional. Una vez que nos comprendemos a nosotros mismos y sabemos gestionarnos, podremos hacerlo con los demás. Hay muchas formas interesantes de trabajar este aspecto. Siempre va a depender de la forma en la que se quiera realizar, pero podemos apoyarnos en talleres prácticos. El uso de situaciones hipotéticas, representaciones teatrales o la interpretación de personajes de series y películas, son algunos ejemplos. A veces vemos lo que le ocurre a una persona, pero sin saber lo que podría sentir. Este tipo de talleres nos ayudaría a identificar los sentimientos ajenos y a interactuar con los otros de forma efectiva.
Entendernos a nosotros mismos
Llegados a este punto, el lector habrá entendido la importancia que tiene el aspecto que hemos venido tratando. Las emociones estaban en nosotros antes que todo lo demás. Siempre han tenido un papel adaptativo, por desagradables que a veces puedan resultar. Entiéndalas, entiéndase, y le ayudarán a comprender a las demás. Viva con ellas igual que ellas viven con usted, al fin y al cabo, siempre nos acompañarán.
Comentarios
Excelente artículo.. Felicitsciones