Empecemos con cifras. El virus de la inmunodeficiencia humana o VIH afecta a más de 39 millones de personas en el mundo, y desde que hay registros más de 40 millones de vidas han sido arrebatadas por este microorganismo.
La infección causada por este virus, perteneciente a la familia Retroviridae, puede derivar en el desarrollo del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida- SIDA- si no se trata. Por ello, los países con menor tasa de desarrollo, son los que acumulan mayores índices de contagio y progresión de la enfermedad.
El VIH ataca al sistema inmune, debilitándolo, de ahí su nombre. Debido a su mecanismo de acción, destruye las células de defensa del organismo, los glóbulos blancos. De hecho, las causas que ocasionan el fallecimiento de estos pacientes, no es la enfermedad en sí, sino la imposibilidad de hacer frente a sobre infecciones provocadas por otros agentes infecciosos, siendo una de las principales causas de muerte la infección que se produce de forma concomitante con el bacilo de la tuberculosis.
Fases de la infección
Para la búsqueda de una vacuna, así como de tratamientos eficaces para el VIH, es prioritario conocer las fases que atraviesa la enfermedad.
- Infección aguda por el virus: la sintomatología característica de esta fase es parecida a la gripe (Influenza virus), apareciendo fiebre, dolor de cabeza y erupciones cutáneas. Es una etapa que suele durar entre dos y cuatro semanas, en la que el microorganismo destruye los linfocitos CD4. En esta fase temprana, la concentración de virus es alta, por lo que el riesgo de transmisión es muy elevado.
- Infección crónica: también se conoce como fase de latencia o asintomática. En este periodo la concentración del virus en sangre es muy baja, pero sigue reproduciéndose en el organismo.
- Desarrollo de SIDA: puede tardar más de 10 años en desarrollarse, aunque hay casos en los que aparece antes, más aún en ausencia de tratamiento. Una vez la enfermedad ha llegado a esta fase, el organismo no tiene capacidad para afrontar las infecciones oportunistas o el desarrollo de procesos tumorales o cáncer.
Vacunas
Las vacunas son formulaciones constituidas por antígenos. Estos inducen una reacción inmunitaria, que confiere al receptor inmunidad frente a un determinado agente infeccioso. Es decir, nos exponen a algún microorganismo, de modo que el contacto nos proporcione memoria ante el mismo, para que podamos defender nuestro organismo.
La vacuna funciona estimulando el sistema inmunológico para aumentar la protección en caso de contacto con este virus o bacteria.
Hoy en día aún no hay vacunas para tratar a personas infectadas con VIH. De hecho, no se dispone de vacunas ni preventivas ni terapéuticas, aunque hay diversas investigaciones en desarrollo. Las vacunas preventivas tienen como objetivo evitar que personas seronegativas puedan desarrollar el virus.
Esto no es por falta de investigación, ya que la cantidad de ensayos realizados hasta la fecha sin resultado es abrumadora.
Son más de 200 los ensayos clínicos que se han desarrollado sobre la vacuna del VIH, pero la mayoría han quedado en fase preliminar, debido a su falta de eficacia y seguridad. Lo más cerca que ha estado la vacuna de su comercialización, ha sido en el proyecto Mosaico, en el que la preparación antigénica llegó a encontrarse en fase III. Sin embargo, este ensayo se suspendió debido a la falta de correlación de los resultados con los criterios exigidos y establecidos.
¿Por qué es tan complicado obtener una vacuna para el VIH?
Llegados a este punto nos preguntamos, por qué es tan difícil desarrollar una vacuna para el VIH. Esta cuestión recobra aún más fuerza tras la evidente celeridad demostrada en la obtención de la vacuna frente al SARS-CoV-2, el virus responsable de la pandemia de Coronavirus de 2019.
La explicación no obedece únicamente a una razón, sino que son varios los factores que determinan la dificultad para tratar esta enfermedad.
En primer lugar, la estructura del microorganismo desempeña una función fundamental en su defensa, ya que el VIH es un virus con envoltura. Ese recubrimiento le confiere un carácter inaccesible. Por ello, los anticuerpos neutralizantes no consiguen bloquear las proteínas presentes en el virus, que son las encargadas de unirse a los receptores celulares del hospedador, infectándolo.
Además, las estructuras proteicas presentes en la envoltura presentan una elevada variabilidad. En consecuencia, sufren mutaciones, por lo que resulta más complicado su eliminación. Igualmente, esa envoltura está a su vez recubierta de azúcares que impiden a los anticuerpos alcanzar la superficie del virus.
Por si esto no fuera suficiente, el sistema inmune humano necesita más tiempo del que dispone una vez infectado para generar anticuerpos, por lo que cuando estos se han desarrollado, el virus ha conseguido generar variantes resistentes.
Aunque todo lo mencionado pueda parecer un fracaso, cada una de las dificultades encontradas en el desarrollo de un tratamiento suponen un mayor conocimiento del virus y ofrecen una recopilación de datos que permitirán en un futuro, esperemos próximo, encontrar la tan ansiada vacuna.
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