Aunque parezca mentira, más de un año llevamos de pandemia. Ha pasado mucho tiempo desde que escribí mi primer artículo acerca de este tema, y a cada uno de nosotros nos ha afectado de una forma diferente: puede haber habido pérdidas de seres queridos, cambios laborales, situaciones de soledad, tristeza… Todas estas situaciones pueden ir dañando nuestra salud mental, por lo que es necesario tomar las medidas oportunas para preservarla a todos los niveles. Un adecuado cuidado de nuestra salud mental y el apoyo del sistema de salud son totalmente necesarios. Sucede igual que con cualquier otra parte de nuestro cuerpo: debemos cuidar nuestra salud y, en caso de contraer una enfermedad, acudir a un médico que nos ayude a superarla.
¿Pero estamos realmente cubiertos en términos de salud mental?
Hay muchas situaciones en las que es totalmente indiscutible que el reposo y la atención sanitaria son necesarias. Por ejemplo, nadie negaría que una persona con cuarenta grados de fiebre debe priorizar su salud, descansar y no ir a trabajar, haciendo todo lo posible por recuperarse.
Sin embargo, en el ámbito de la salud mental, este razonamiento tan elemental de priorizar la salud y orientar los esfuerzos a la recuperación de la persona que sufre la enfermedad sigue sin estar asentado. Ni en la sociedad, ni en los responsables sanitarios y, en ocasiones, ni en los propios pacientes, que tratan de negar su enfermedad y pueden llegar a pensar que ir al psicólogo es poco menos que una cosas de locos. A día de hoy, por lo general, a una persona le cuesta más reconocer que está yendo al psicólogo que al traumatólogo y esto es lo primero que debemos cambiar: la comprensión por parte de la sociedad de este tipo de enfermedades será el primer paso para combatirlas adecuadamente.
¿Por qué seguimos dando más importancia a la salud física que a la mental?
El estigma de la salud mental proviene del hecho de no ser enfermedades cuantificables y, con la pandemia actual, estas situaciones se han incrementado de forma exponencial. La evidente disminución de la calidad de vida, los múltiples golpes psicológicos que hemos sufrido por la pérdida de familiares, amigos, trabajos, la escasez de momentos de felicidad intensa o la ausencia de instantes tan simples y únicos como ir a ver un atardecer o acudir al cumpleaños de alguien… Todas estas pérdidas no se reflejan en nuestras analíticas, pero influyen en nuestra vida de una forma directa y demoledora, mucho más de lo que opina el sistema de salud. Es innegable que los seres humanos somos mejores y más eficaces cuando nos sentimos felices, plenos, cargados de motivación alegría e ilusión. Sin embargo, tristemente, parece que hasta que alguien no invente un termómetro que se dispare, por ejemplo, con la depresión o los trastornos por uso de sustancias, no comenzaremos a darle a este problema la importancia que tiene.
¿Qué importancia tiene el bienestar emocional?
Los problemas de salud mental actúan tanto como causantes como coadyuvantes en gran cantidad de bajas laborales y pérdidas graves de calidad de vida. Tratando de cuantificar este hecho, y siguiendo los datos del informe Headway 2020, podemos afirmar que los costes directos e indirectos de las enfermedades mentales suponen en España 45.000 millones de euros, un 4.2 % del PIB. Sin embargo, la importancia que se le da a nivel de organización sanitaria es bastante menor, ya que la salud mental de la población general está tasada en poco más de 80 euros anuales por persona. Estos datos son solo la evidencia numérica de una realidad que todos logramos comprender: somos más productivos cuando estamos en condiciones de trabajar, cuando gozamos de buena salud. De salud física y mental. Sin embargo, la incongruencia entre la importancia que se le otorga a este problema y su repercusión es evidente y todos debemos pagarla, de una forma u otra.
La salud mental en España frente al resto de países europeos
Si comparamos el caso de España con otros modelos europeos, como puede ser el de Alemania, que invierte más de 310 euros al año por paciente, la diferencia es evidente y nos hace reflexionar sobre si estamos realizando todos los esfuerzos necesarios para ayudar a las personas que lo necesitan. Otro dato a resaltar es que España se sitúa en el vagón de cola europeo en el ratio de psiquiatras, psicólogos y enfermeros por persona dedicados al sector de salud mental.
De todas formas, y aunque España necesite mejorar en el ámbito del cuidado de la salud mental, es un problema extensible a prácticamente todos los países europeos, en los que raramente se le otorga la atención que merece. Tal y como señaló la portavoz de Mental Health Europe: “La salud mental es como la dental. En la mayoría de países de la Unión Europea, todo lo que te ocurra en lo físico está cubierto, pero para ir al dentista tienes que pagar un extra y para cuidar tu salud mental, también”.
¿Qué podemos hacer para mejorar la salud mental de nuestro entorno?
Al margen de todos los datos que se pueden arrojar a este respecto, todo obedece a una idea mucho más sencilla: la salud mental es algo primordial en la vida de cualquier persona y deberíamos cuidarla como tal.
La pandemia por COVID-19 ha convertido lo que siempre ha sido una carencia importante del sistema de salud en un clamor evidente: en España es necesaria una intervención activa y eficaz en favor de la salud mental. Inversión, conciencia social, educación sanitaria y facilidades de formación continuada para el personal sanitario en esta materia son algunas de las estrategias innegables a seguir en la búsqueda del bienestar de la población.
Cuídense mucho.
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