Desde hace ya algún tiempo la epidemiología vive un auge tremendo. Este se debe seguramente al papel que han jugado las pandemias en los últimos 3 años. Estas emergencias sanitarias han propiciado un gran golpe a la salud pública. Han afectado a profesionales como: médicos, enfermeros, farmacéuticos… Pero ha servido para desarrollar la enfermería epidemiológica y la farmacoepidemiología.
La epidemiología dedica su propósito al estudio de las enfermedades y sus factores de riesgo, basándose en su distribución y frecuencia en poblaciones bien definidas. Esta disciplina nos permite estudiar la persona, el tiempo y el lugar en las que se producen las patologías. Estos datos nos permitirán deducir casuísticas y elaborar herramientas de prevención, por ejemplo ante enfermedades transmisibles. Pero en el presente artículo, no quiero hablar de epidemiología en toda su extensión.
¿Cómo surge esta disciplina?
Me centraré en una disciplina que surge en los 60 en Estados Unidos. Surge, tras la aparición de los ensayos clínicos de Fase VI o farmacovigilancia. Los datos que se recogen a raíz de estudios de cohortes y estudios casos y controles en medicina preventiva; sumado a los conocimientos de farmacología clínica permiten el nacimiento de la Farmacoepidemiología.
En estos estudios se determina el efecto del uso de medicamentos sobre grandes poblaciones. Quizás a priori cuesta entender su utilidad, pero con un ejemplo lo entenderás mejor. En 2018, se formó un gran revuelo en relación con el metamizol y los problemas de salud causados por este. Pues bien, la farmacoepidemiología consiguió determinar porque se producía el fenómeno de la agranulocitosis, solo en algunas poblaciones. Gracias a esta metodología se pudo determinar que puede existir un factor de riesgo genético para esta patología en ciudadanos del norte de Europa.
Este área de la farmacología va a permitir elaborar planes estratégicos en el uso de medicamentos. El correcto uso de estos permitirá optimizar los tratamientos, así como reducir el gasto sanitario. Estos estudios observacionales o de intervención van a proporcionar datos de los que se nutrirán diferentes campos de la salud. Estos campos pueden ser la medicina y enfermería epidemiológica.
La farmacoepidemiología aporta información sobre el uso de los fármacos relacionándolos con las condiciones normales de prescripción. La definieron Hartzema y Porta como, “La aplicación de los conocimientos, métodos y razonamiento de la epidemiología al estudio de los efectos –positivos y negativos– y usos de los fármacos en grupos de poblaciones”.
En Farmacia hospitalaria es realmente importante conocer y utilizar estas herramientas. Su manejo permite interpretar las redacciones científicas y extrapolarlas a la población endémica. Además, sirve como sustento para elaborar análisis sobre el uso de los medicamentos y dispositivos médicos.
¿De qué se nutre la Farmacoepidemiología?
Esta disciplina se nutre primordialmente de dos sistemas; la farmacovigilancia, que evalúa todos los problemas de seguridad derivados del uso de fármacos en la práctica clínica; y los Estudios de Utilización de Medicamentos o EUM que vienen definidos por la OMS como “aquellos estudios sobre comercialización, distribución, prescripción y uso de los medicamentos en la sociedad, con acento especial sobre las consecuencias médicas, sociales y económicas”.
En estos últimos se obtiene información muy valiosa sobre: la descripción cualitativa y cuantitativa del uso de medicamentos; lo que permite intervenir sobre cuestiones que mejoraran la prescripción farmacéutica.
Los EUM pueden perseguir diferentes objetivos, pero siempre con el mismo fin. Entre estos encontramos los ya mencionados Estudios cualitativos y Cuantitativos sobre el uso del medicamentos; los Estudios de oferta (documentación informativa del medicamento, especialidades ofertadas, presentaciones, asociaciones farmacológicas…); y por último los Estudios de prescripción, que evalúan factores como la población, formación médica de los profesionales, pautas prescriptivas y cumplimiento de prescripción.
La repercusión de la confluencia de todas estas herramientas epidemiológicas al servicio del medicamento permite evaluar cuestiones de gran peso para la sociedad. Nos permite analizar factores como los efectos indeseados y su posible estrategia preventiva. Este sistema no solo revierte en beneficios sobre la salud si no que reduce considerablemente el impacto económico.
En la era tecnológica en la que vivimos, el Big Data nos ha permitido manejar gran flujo de datos con solvencia. Esto ha sido fundamental en el desarrollo farmacoepidemiológico. Esta ciencia trabaja con volúmenes de datos que no podrían gestionarse sin las bases de datos. Hay autores que piensan que el exceso de datos puede ser un arma de doble filo. Pero en mi opinión y como dijo Francis Bacon “la información es poder” y bien gestionada y analizada puede salvar muchas vidas.
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