Como miembros de una sociedad capitalista y de consumo, muchos de nosotros nos sentimos culpables por el impacto que provocamos en el medio ambiente. Culpables por nuestra huella ecológica, y culpables por las emisiones de carbono entre otras cuestiones. Tan fuerte es este sentimiento, que en las últimas décadas, en las nuevas generaciones ha surgido la necesidad de adquirir productos respetuosos con el planeta. Y no son pocas las industrias que han decidido sumarse al carro para atender a estas demandas, pero ¿Realmente tienen una intención sincera de proteger el medio ambiente mediante la creación de productos ecológicos o simplemente han aprovechado las tendencias del mercado actual? ¿Nos están dando gato por liebre? Para poder responder a estas preguntas, es importante analizar los datos y la situación actual del mercado.
¡No te olvides de buscar el sello!
En primer lugar, habría que destacar que la legislación marca unos requisitos bastante estrictos a la hora de categorizar un producto como ecológico en el mercado (como por ejemplo que el 95% de los ingredientes agrícolas del producto en peso sean de origen ecológico). No resulta sencillo burlar estas directrices, sin embargo, muchas empresas caen en la tentación.
Normalmente, en el mercado, el precio de los productos ecológicos puede duplicar el de los productos obtenidos mediante métodos más convencionales. En su obtención, el uso de productos fitosanitarios y fertilizantes está muy restringido, por lo que la supervivencia de la producción es mucho menor. Esto implica que para poder obtener un beneficio de la venta, sea necesario subir los precios.
Para no ser engañados, es muy importante comprobar si el producto que vamos a adquirir dispone de alguno de los sellos ecológico, orgánico o biológico de la Unión Europea. Esto nos dará una mayor garantía de que los procedimientos de producción de dichos bienes han sido respetuosos con el medio ambiente.
Que no te engañen...
Si nos tratan de vender un producto como ecológico y carece de alguno de estos sellos, podemos empezar a sospechar. Es importante tener una trazabilidad del producto ya no solo por el medio ambiente, sino también por nuestra propia salud. En muchos países por ejemplo, se utiliza estiércol de ganado vacuno para abonar los cultivos. Esto a priori no debería de suponer un problema, sin embargo, muchos de estos animales no han sido sometidos a los controles sanitarios pertinentes y sus heces pueden estar contaminadas con huevos de parásitos muy peligrosos para el ser humano, como algunos gusanos platelmintos tales como las tenias (Taenia saginata). Estos pueden causar cisticercosis, enfermedad que en determinadas ocasiones puede provocar la muerte.
Siguiendo en esta misma línea, en muchos cultivos herbáceos obtenidos en estas circunstancias, se utilizan fitosanitarios cuyos efectos en la salud humana no han sido probados y para los cuales existe un vacío legal. Es imprescindible no arriesgarse y buscar productos aprobados por la UE.
Fraudes en productos ecológicos
Pero no es oro todo lo que reluce. Incluso teniendo frente a nuestras narices el sello ecológico, debemos andarnos con pies de plomo. En muchas ocasiones, las empresas tratan de saltarse las pautas marcadas por la UE jugando con la confianza del consumidor. Sin ir más lejos, en el año 2019, una empresa de Granada, que disponía de certificado para comercializar y distribuir productos ecológicos, se vio envuelta en un escándalo por vender pepinos y otras hortalizas con la etiqueta “bio”. No obstante, estos habían sido producidos mediante agricultura intensiva.
El perfil típico del consumidor de productos ecológicos
Pero dejando de lado todas estas cuestiones, resulta alentador ver que en las nuevas generaciones la preocupación por el medio ambiente está incrementando. Normalmente, el perfil de consumidor más frecuente coincide con personas que mantienen una actitud activa en lo que a la protección del medio ambiente se refiere. Y estos por lo general no se contentan solo con el producto en sí, también demandan que las empresas que los crean y distribuyen estén involucradas en prácticas verdes, como por ejemplo el reciclaje y la reutilización de los residuos, así como en la utilización de energías renovales y un aprovechamiento eficiente de la energía.
¿Productos ecológicos u organismos modificados genéticamente?
Por último, para crear un poco de debate, no está de más poner sobre la mesa el tema de los organismos modificados genéticamente. Si bien se pretende que los productos ecológicos estimulen la aparición de prácticas más sostenibles, muchas de las características que se pretenden potenciar en el desarrollo de los OMG persiguen precisamente el mismo fin. Existen muchos ejemplos de esto, siendo interesante entre otros el uso del gen que codifica la proteína Bt (producida por Bacillus thuringiensis). La proteína Bt, cuando es ingerida por insectos fitófagos, al llegar a su intestino produce serios daños en su organismo, matándolos sin la necesidad de utilizar plaguicidas.
Una de las variables más conocidas en relación con esto es el maíz transgénico Bt, que de hecho es el único transgénico aprobado por la UE. En este contexto, sería interesante plantear la siguiente pregunta: ¿Son los transgénicos más ecológicos que aquello que se nos vende como ecológico? Dejo la pregunta en el aire, puesto que esto daría para otro artículo.
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