Las personas, por lo general, no sabemos cómo hacer para comunicar malas noticias a otra persona. La comunicación de malas noticias en salud es aún más complicada: el hecho de tener que informar a alguien de que su vida va a cambiar es sumamente difícil.
Una mala noticia tiene dos componentes
Objetivo y subjetivo
- Objetivo, que se refiere al hecho en sí que se ha de comunicar. Por ejemplo, un diagnóstico de enfermedad determinado, el fallecimiento de un familiar o un pronóstico desfavorable.
- Subjetivo, que depende de cómo la persona afectada recibe la noticia y cuál va a ser el impacto que tenga sobre su vida. Por ejemplo, si se informa a alguien de que va a tener que ser intervenido quirúrgicamente justo antes de un viaje que llevaba años esperando y que no podrá realizar.
La combinación de ambos elementos tiene como consecuencia unas emociones e inquietudes determinadas en el o la paciente. Los profesionales sanitarios necesitan aprender a comunicar malas noticias y también, y con el mismo nivel de importancia, a acompañar en este proceso.
Protocolo de seis etapas de Buckman
El protocolo de Buckman recoge una serie de pasos correlativos para dar una mala noticia. En este sentido, es importante reconocer la importancia de aportar datos clínicamente veraces y preocuparse por el ambiente y el clima emocional del momento.
A continuación repasamos las fases del protocolo de Buckman:
- Preparar la entrevista
- Descubrir qué sabe y qué no sabe el paciente
- Detectar cuánto y qué quiere saber el paciente
- Comunicar la información al paciente
- Responder a la reacción del paciente
- Diseñar un plan terapéutico
Fase 1: Preparación
El profesional de la salud debe prepararse antes de la conversación, investigando la información necesaria para brindar al paciente una comprensión completa de su situación. Necesitaremos buscar un lugar tranquilo, a poder ser solitario, donde podamos colocarnos en posición cómoda para hablar con la persona sin interrupciones. Podemos utilizar una pregunta introductoria del tipo ¿Cómo se encuentra hoy?, o ¿Qué tal se siente hoy para hablar un rato?
Fase 2: Descubrir qué sabe y qué no sabe el paciente
Tenemos que averiguar el nivel de información con que cuenta el o la paciente previamente, para partir desde ese punto. Podemos usar preguntas como ¿Qué piensa sobre su enfermedad?, o ¿Cómo considera que es de grave?, para a continuación interesarnos por su preocupación con interrogantes como: ¿Está preocupado/a por…?
Es sumamente crucial ir indagando sobre las sospechas que tiene el paciente sobre su condición, teniendo especial cautela si el paciente no sospecha absolutamente nada sobre la condición de la que se le va a informar. No se deben hacer preguntas demasiado directas ni desesperar al paciente dando rodeos innecesarios. Se le puede preguntar qué piensa sobre sus síntomas y qué sabe sobre su enfermedad (si es que ya se le hubo diagnosticado alguna otra dolencia anteriormente).
Fase 3: ¿Qué quiere saber el paciente?
Hay pacientes que se sienten un poco más reconfortados en su ansiedad al conocer todos los detalles de su enfermedad, hasta la más mínima nimiedad. Esto les aporta más claridad para saber a ciencia cierta a qué se enfrentan. Sin embargo, otros pacientes prefieren no atormentarse con todos los pormenores de una enfermedad que, cuando no les esté matando directamente, está devorando parte de su vida.
En cualquier caso, ambas posturas son igual de respetables, por lo que hay que identificar cuánto quiere saber el paciente. En muchos casos, el propio lenguaje no verbal revela sed de conocimiento o cierta repulsa. De todas formas, lo más aconsejable es que el profesional médico pregunte directamente si quiere conocer todos los detalles de su diagnóstico y su enfermedad para obtener una respuesta clara.
Fase 4: Comunicar la información al paciente
Una vez que conocemos cuánto quiere saber el o la paciente, pasaremos a comunicar la información, partiendo del nivel de conocimiento previo del paciente y de su capacidad de asimilación, dependiendo de cómo haya ido reaccionando en las fases anteriores. Se empezarán a tratar elementos de diagnóstico, tratamiento, pronóstico o apoyo. Es obligatorio respetar las decisiones del paciente en cuanto a la decisión de someterse o no a tratamiento.
Fase 5: Responder a los sentimientos del paciente
Podemos esperar todo tipo de reacciones por parte del paciente, pero lo más común es un sentimiento repentino de desesperanza, temor, tristeza e injusticia. Por muchos años que pases dando malas noticias, nunca es sencillo dar una respuesta inequívoca a un hecho que se concibe como una tragedia. No hay una respuesta correcta inequívoca para todos los pacientes, y en algunas ocasiones no podrán calmarse hasta pasado un tiempo.
Durante esta fase, debes tener en cuenta ciertos elementos como:
- Respetar los silencios para facilitar que el paciente reflexione y asuma su condición internamente.
- Mostrar empatía para que el paciente se sienta comprendido y acompañado.
- Fijarse en el lenguaje no verbal del paciente, que dará pistas sobre qué decir y cuándo hablar.
- Escuchar al paciente y dejar que se exprese libremente.
- Respetar al paciente, aunque haga afirmaciones con las que no estemos de acuerdo.
Fase 6: Diseñar un plan terapéutico e indicar los próximos pasos
Sin dar falsas esperanza ni usar frases que no aportan información real del tipo “Todo va a ir bien”, procederemos a detallar las estrategias para hacer frente a la nueva situación. Es importante que seamos asertivos/as y que nuestra actitud sea positiva y demuestre control de la situación.
Tenemos que explicitar al paciente que estaremos a su disposición en todo momento para todo aquello que necesite, no solo en referencia a la situación clínica sino también en otros factores interpersonales.
Algunos ejemplos de cómo no debería ser la comunicación de malas noticias en salud
Una mala noticia no es solo aquella que supone el fin de la vida del paciente. Una intervención quirúrgica, como hemos visto, o una torcedura de tobillo también puede cambiar las expectativas de futuro inmediato de una persona. Es por ello que las habilidades psicosociales y emocionales de las personas que trabajan en el entorno sanitario deberían entrenarse desde los primeros años de formación y prácticas.
Se ha demostrado que dar malas noticias de manera inadecuada tiene repercusiones negativas en la percepción que el paciente tiene de su enfermedad y afecta la relación profesional-paciente a largo plazo, lo que puede a su vez influir negativamente en el desarrollo de la enfermedad. La necesidad de manejar protocolos y conocimientos en este ámbito es indiscutiblemente muy necesaria.
El cine y las series de televisión son un gran reflejo de la vida, y a veces nos muestran situaciones intensas emocionalmente que consiguen tocarnos la fibra sensible. Os invito a que analicéis cómo se comunican las malas noticias en estas escenas y cómo los protagonistas de las mismas reaccionan ante el poco tacto o profesionalidad de las personas encargadas de comunicárselas.
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