Fecha de caducidad y consumir preferentemente: ¿sabes la diferencia?

La fecha de caducidad y la fecha que se indica como consumo preferente no son lo mismo.

Aunque parezca obvio, no lo es tanto pues un porcentaje elevado de los españoles desconoce la respuesta. Fruto, en parte, de esta ignorancia son los millones de toneladas de alimentos que se tiran a la basura y  se desperdician mientras la otra mitad del mundo se muere a causa del hambre porque no tiene qué llevarse a la boca.

El planificar mal nuestras compras y el desconocer la diferencia que entrañan ambos conceptos pueden llevarnos a ese despilfarro amoral que a diario vemos en nuestros hogares, restaurantes, supermercados y diversas fases de las cadenas de producción y distribución.

¿Diferencias entre fecha de caducidad y fecha de consumir preferentemente?

Aunque ambas palabras tienen que ver con la vida útil de los productos que consumimos existen sutiles diferencias que matizan sus significados. Mientras que con la fecha de caducidad establecemos el límite a partir del cual el producto no puede ser consumido porque implica un riesgo para la salud, con la fecha de consumo preferente se advierte el límite a partir del cual las propiedades organolépticas del producto (color, olor, sabor, textura) empiezan a modificarse sin implicar un riesgo para la salud del consumidor.

Dicho de otra manera,  los productos caducados no deben consumirse porque nos ponen en riesgo de sufrir una intoxicación alimentaria ya que el fabricante no nos garantiza que conserve sus propiedades traspasado ese límite. Sin embargo no ocurre lo mismo con los productos que llevan en su etiquetado la inscripción de consumo preferente pues podemos consumirlos sin temer que vayamos a sufrir efectos perjudiciales en nuestra salud ya que lo único que tendrán alterado serán su olor, textura, sabor, color…etc.

Esta distinción es importante; en los supermercados, en los hogares y negocios de restauración toneladas de alimentos son desechados solo porque sus condiciones estéticas no resultan agradables para el consumidor incurriendo en la mala costumbre de considerarlos basura cuando realmente no lo son. Imaginen, sobre todo en estos tiempos de crisis, ¡cuántas familias con pocos recursos económicos podrían beneficiarse de bancos de alimentos provistos por los mismos que nosotros rechazamos! ¡Cómo se nota que no hemos vivido una posguerra! Interpelaría alguno de nuestros abuelos si levantasen la cabeza.

¿Soluciones?

Es por eso que a principios de este año desde el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente se proponen medidas optimizadoras (entre las que se incluye el educar a la población a distinguir ambos conceptos) basadas en la reducción y valorización de los alimentos desechados con el fin de evitar el desperdicio de alimentos que todavía siguen siendo aptos para el consumo.

Es importante por tanto conocer la diferencia que nos lleve a un consumo responsable y a no engrosar los porcentajes antes mencionados. Y  vosotros ¿sois de los que ante la duda tira los alimentos? O por el contrario ¿dais una oportunidad a los que han perdido su atractivo?