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Diferencias de comportamiento entre primates y humanos
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Diferencias de comportamiento entre humanos y primates

Cuanto el famoso naturalista Charles Darwin afirmó que el hombre venía del mono, toda la comunidad científica le cuestionó, le repudió e incluso le caricaturizó. Aunque finalmente esta premisa se dio por válida, hoy en día sabemos que no es del todo correcta. Si bien los simios guardan muchas similitudes con nosotros en muchos aspectos, no ocupan un escalón inferior en la evolución humana. Del mismo modo que ellos, pertenecemos al orden primates, sin embargo, nuestro camino evolutivo discurre de forma paralela, eso sí, partiendo de un antecesor común.

A pesar de existir una gran proximidad en el árbol filogenético entre la especie humana y otras especies de primates, existen marcadas diferencias, sobre todo en lo referente al comportamiento social, sexual o sexoafectivo.

Estas diferencias de comportamiento entre humanos y primates vienen marcadas por el entorno en el que se desarrolla la especie en cuestión. La evolución es caprichosa, y en ocasiones, determinadas conductas son necesarias para asegurar la supervivencia y la perpetuación de la especie.

Tan cerca pero tan lejos...

Resulta sorprendente pensar que especies de simios catarrinos como el bonobo (Pan paniscus), el gorila (Gorilla beringei), el chimpancé (Pan troglodytes) y el orangután (Pongo sp.), siendo tan cercanas entre sí y con nuestra especie, presenten diferencias tan marcadas en su comportamiento sexual y social.

En la sociedad humana, hay que tener en cuenta que los comportamientos exhibidos para atraer a un potencial compañero sexual o afectivo no solo están marcados por nuestro instinto, también vienen definidos por factores culturales como los cánones de belleza, el contexto histórico y la presencia de tabúes sexuales entre otros muchos. La lista podría hacerse interminable, pero de todos es sabido que una persona nacida en China, por lo general no se regirá por el mismo criterio que otra nacida en la India.

Por otra parte, en los simios, el instinto sigue siendo el corazón de la selección de pareja o de compañeros sexuales. Existe poca o ninguna influencia de factores culturales en este caso.

Las diferencias de comportamiento entre humanos y primates vienen marcadas por el instinto...

Como estructura social interesante, destaca la de los bonobos, donde no existen tabúes con respecto al sexo. De hecho, su estructura social se cimienta sobre las relaciones sexuales. Los individuos de esta especie, independientemente del género (existen relaciones sexuales entre individuos del mismo sexo), resuelven todos los conflictos a través del sexo, incluso lo utilizan a modo de saludo. Sorprendentemente, estos animales son los únicos simios en los que se han documentado prácticas sexuales similares a las del ser humano.

Los gorilas, por su parte, presentan una estructura social en harenes. Existe un macho adulto dominante que suele tener más de doce años (los famosos espaldas plateadas), que toma todas las decisiones del grupo. Los gorilas jóvenes de menos de once años, son polígamos y mantienen relaciones sexuales muy activamente con diversas hembras. En esta especie se han documentado relaciones sexuales cara a cara. Una vez llegan a la madurez sexual, se separan del grupo y forman su propio harén de hembras para comenzar a dejar descendencia.

Los orangutanes son quizás de todos los aquí mencionados los primates más solitarios. Los machos por ejemplo viven casi toda su vida en soledad y son sumamente territoriales. Las hembras, por su parte, viven en compañía de sus crías y de sus hijos jóvenes. Los machos solo interactúan con ellas en época de reproducción y usan el sexo con el único objetivo de reproducirse. Una forma de marcar su territorio es dejándolas embarazadas, asegurando así que estas pierdan el interés de forma automática por otros machos territoriales.

Los chimpancés, junto con los bonobos y nuestra propia especie viven en sociedades complejas formadas por muchos individuos (de entre 20 y 150 individuos). Su comportamiento, junto con el de los bonobos es el que más se acerca al nuestro. No solo se aparean para la reproducción, sino que también lo hacen con otros fines, además de que también mantienen relaciones con individuos de su mismo sexo. Los machos alcanzan la madurez sexual a los 13 años y las hembras a los 11. Las hembras presentan un ciclo menstrual con una duración de 36 días.

Aunque en ocasiones se nos olvida, no hemos dejado de ser animales

No podíamos despedirnos sin hablar una última vez del ser humano. Si bien, como ya hemos visto, en nuestra civilización existen factores culturales que aportan una segunda dimensión a nuestro instinto. Para conocer más sobre nuestro comportamiento sexual conviene remontarse a nuestros antepasados, a etapas previas al surgimiento de los grandes imperios, cuando conseguir recursos y sobrevivir estaba por encima de cualquier expresión cultural.

La evidencia científica sugiere que los seres humanos en el paleolítico vivían en grupos en los que un macho y una hembra se emparejaban, dando lugar a una descendencia conjunta. Los cachorros humanos no pueden valerse por si mismos hasta que no tienen una edad avanzada, luego tanto el macho como la hembra debía de permanecer juntos para que sus genes se perpetuasen.

No es de extrañar que en nuestra especie, aun existan remanentes de esta época. Por ejemplo, los celos. El instinto forzaba a los seres humanos a perpetuar sus genes, por lo que la infidelidad y el abandono podían ser una posibilidad si existía una mejor opción de hacerlo. Las hembras se fijaban en el macho más fuerte y dominante, para asegurar que sus crías tuviesen una fuente de recursos casi constante. Por su parte, los machos buscaban hembras fértiles, capaces de dar a luz a crías sanas.

Si bien los tiempos han cambiado, nuestra estructura social evoluciona a un ritmo mucho más rápido que el de nuestros genes, manteniendo comportamientos que nos pueden parecer poco razonables para los tiempos que corren. De esto podemos concluir que las diferencias de comportamiento entre humanos y primates en ocasiones no son tan acentuadas, pues en esencia buscamos lo mismo: dejar descendencia y perpetuarnos como especie.

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