¿Alguna vez has experimentado o presenciado una crisis epiléptica? El desconocimiento y los falsos mitos populares en torno a esta alteración, generan cierta ansiedad e inseguridad en aquellos que no han tenido contacto con este tipo de crisis. ¿Y tú? ¿Sabrías cómo actuar ante una crisis epiléptica? A continuación, te contamos más sobre estas alteraciones y las principales actuaciones que deben llevarse a cabo cuando tienen lugar.
Comenzaremos por comprender en qué consisten estas crisis. Las crisis epilépticas son episodios de inicio brusco e inesperado, que finalizan habitualmente de forma rápida, debido a una actividad anormal y transitoria de las neuronas.
Como ya hemos comentado, las crisis epilépticas comienzan de forma repentina y suelen durar segundos o pocos minutos. Los signos y síntomas variarán en función del tipo de crisis. La persona que las sufre puede quedar inconsciente y presentar o no, movimiento rítmicos o permanecer consciente durante la crisis y notar todo lo que ocurre, experimentando sensaciones o emociones anormales.
Para entender el proceso, debemos tener en cuenta que las neuronas se comunican entre sí mediante impulsos eléctricos. Las crisis epilépticas se desencadenan debido a la excesiva descarga de impulsos por un grupo amplio de neuronas, como consecuencia de cualquier proceso que altere su funcionamiento normal y les produzca irritabilidad.
Las características de las convulsiones dependerán del lugar de la corteza cerebral en la que se origine la alteración y de su modo de propagación. En función de estas particularidades podrán tener lugar síntomas transitorios como la pérdida de la conciencia y la alteración del movimiento, los sentidos y las emociones.
Según la Organización Mundial de la Salud, en el mundo alrededor de 50 millones de personas sufren epilepsia, por lo que es uno de los trastornos neurológicos más comunes.
Crisis epilépticas generalizadas.
Estas crisis tienen lugar debido a una descarga que afecta al cerebro en su totalidad y cursan con disminución total del nivel de conciencia. En función de su forma de presentación se clasifican en:
- Crisis generalizada tónico-clónica: este tipo de crisis es la más llamativa y aparatosa. El paciente sufre una brusca pérdida del conocimiento y pueden distinguirse dos fases. En la fase tónica se produce una rigidez corporal generalizada y posteriormente en la fase clónica, movimientos corporales rítmicos. Durante la crisis pueden observarse algunos signos como la mordedura de la lengua, la expulsión de orina y la palidez cutánea. Una vez finalizan el paciente se recupera en unos minutos. La aparición de estas crisis puede controlarse con una adecuada medicación. Por ello, en ocasiones se producen como consecuencia de una interrupción brusca del tratamiento.
- Crisis generalizada de ausencia: suelen comenzar en la niñez y la adolescencia. Durante la crisis la persona permanece inconsciente, absorta e inmóvil con la mirada fija durante algunos segundos. En ocasiones se producen movimientos oculares y corporales. Debido a su brevedad, estas crisis pueden pasar desapercibidas. Si se repiten con mucha frecuencia, pueden acarrear fallos en la atención y el aprendizaje del niño o adolescente.
- Crisis generalizada mioclónica: se caracterizan por una sacudida brusca de todo el cuerpo o de una parte de él. Suelen durar pocos segundos, por lo que a menudo pasan desapercibidas hasta que se produce otro tipo de crisis epiléptica generalizada.
- Crisis generalizada atónica: cuando acontece esta crisis, la persona cae de forma brusca y repentina. Esto se debe a una pérdida del tono muscular. Suelen recuperarse de forma instantánea y a menudo sufren otros tipos de crisis epilépticas. Los principales riesgos se derivan de las heridas y golpes que se producen como consecuencia de la caída.
Crisis epiléptica focal.
Estas crisis tienen lugar debido a una descarga que afecta a una zona concreta de la corteza cerebral. En función de esta zona y de su extensión a otras partes del cerebro, variarán los signos y síntomas:
- Sin alteración del conocimiento: en ocasiones aparecen síntomas motores y se pueden tener lugar sacudidas rítmicas de una parte del cuerpo. Estas sacudidas duran unos segundos o minutos. Otras veces las crisis son imperceptibles para todo aquel que no las está padeciendo. La persona afectada puede experimentar sensaciones anormales como un hormigueo intenso en alguna zona corporal que puede extenderse a otras zonas, alteraciones visuales e incluso gustativas. Además, pueden experimentar algunos síntomas psíquicos como pensamientos o emociones extrañas, siendo un ejemplo representativo la sensación intensa de haber vivido un suceso con anterioridad. Los síntomas también pueden ser autonómicos, pudiendo manifestarse como un malestar intenso, acompañado de sudoración profusa y opresión en el epigastrio de aparición repentina y corta duración.
- Con alteración del conocimiento: la persona queda inconsciente manteniendo el tono muscular. Puede permanecer inmóvil sin responder durante unos segundos o minutos. A menudo realiza acciones automáticas como movimientos de masticación y deglución. A veces, la persona y se mueve como si estuviera consciente pero actúa de forma extraña. Si responde al hablarle lo hace de forma incoherente. Estas crisis suelen tener una duración breve tras la cual la persona va recuperando el conocimiento de forma progresiva.
¿Cómo actuar ante un ataque epiléptico?
Ante una crisis epiléptica es muy importante saber actuar de forma adecuada. Esto reducirá los riesgos de la persona que la está sufriendo.
Las principales actuaciones que deben llevarse a cabo ante una crisis epiléptica incluyen:
- Mantener la calma y tranquilizar a las personas que se encuentran alrededor.
- Evitar sujetar a la persona o tratar de contrarrestar sus movimientos.
- Mantener permeable la vía aérea. Para ello se colocará al paciente en decúbito supino lateral con la cabeza flexionada hacia delante, siempre que sea posible.
- Retirar los objetos duros o punzantes con los que el paciente pudiera lesionarse. Se retirarán las almohadas en el caso de que se encuentre en la cama, a fin de prevenir una posible asfixia.
- Aflojar las prendas de vestir apretadas como corbatas y cinturones para mejorar la entrada de aire.
- Mantenerse junto a la persona hasta que la crisis haya finalizado y recupere completamente el conocimiento.
Tras la crisis es fundamental mantener la vía aérea permeable. Es muy importante tranquilizar y reorientar a la persona, ya que puede encontrarse confusa. Además, se evitará darle comida o bebida hasta que se haya recuperado completamente. Para favorecer en la medida de lo posible su recuperación, se le llevará a una habitación tranquila y sin luz.
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