¿Conoces las sales de Schüssler?
María Irene Pardo
“No existe hueso sin calcio, sangre sin hierro, cartílago sin sílice ni saliva sin cloruro potásico”. Estas palabras pertenecen al doctor alemán Wilhelm Heinrich Schüssler (1821-1898) a quién la química moderna debe el nombre de Bioquímica y a quien dedicamos el post de hoy por ser el descubridor de las sales que llevan su nombre y que forman ya parte del amplio repertorio de la medicina homeopática de la que os hemos hablado anteriormente.
La frase con la que comenzábamos es un trozo de la conclusión a la que llegó este científico germano tras la incineración de diferentes tejidos y órganos humanos, cuando descubrió la presencia de 12 sales inorgánicas en ellos que fueron bautizadas como “Sales de Schüssler” y a las que atribuyó funciones específicas. La existencia de todas ellas en los restos de cenizas sugería una importancia clave que hablaba de una posible acción fisiológica en el órgano en cuestión. Y es que no en vano somos agua y sales en una gran proporción.
Fiel a los principios que rigen los sistemas de la naturaleza “Todo tiende al equilibrio u homeostásis” centró sus estudios en los movimientos de estas sales inorgánicas esenciales a través de las membranas biológicas. Si todo en la naturaleza tendía hacia el equilibrio era lógico pensar que para gozar de un buen estado de salud era necesario mantener en correctas proporciones estas sustancias componentes de todos los sistemas y órganos. Una alteración o mala biodisponibilidad de estos elementos vitales supondría la aparición de desequilibrio y por tanto de enfermedad.
¿Qué son?
Teniendo en cuenta lo observado empíricamente, las sales de Schüssler por tanto se emplean para restaurar el equilibrio y que desaparezca la enfermedad, pero no debemos entenderlas como un sistema de suplementación sino que actúan como desencadenantes de un estímulo que logra que las células tengan una mayor absorción de las sales suministradas con la alimentación al activar el movimiento de sales a través de las membranas celulares. Es decir ayudan al organismo a compensar cualquier alteración en la distribución y absorción de los minerales.
Entre sus múltiples beneficios se incluyen la mejoría de afecciones de la piel como dermatitis y psoriasis, de la uña y del cabello, de tejidos óseos y musculares, también se le atribuyen propiedades antiinflamatorias y antiinfecciosas, activación del sistema inmunológico y actuaciones sobre el sistema nervioso y sus patologías.
Se administran diluidas en tabletas de lactosa (contraindicadas en aquellas personas con algún tipo de intolerancia a esta sustancia) y en forma de pomadas y gránulos que se disuelven en la mucosa bucal aprovechado la elevada vascularización de esta zona. Se suministran en cantidades infinitesimales aprovechables por las células para tratar diferentes trastornos y patologías y no presentan ningún tipo de efecto secundario.
Al igual que las flores de bach pueden ser utilizadas por cualquier grupo poblacional y por plantas y animales, siendo empleadas por diversos profesionales como tratamiento coadyuvante.
Este científico alemán decía que “La naturaleza se manifiesta en átomos, sólo necesitamos cantidades mínimas” y esto es lo que piensan todos los que siguen esta teoría. Y vosotros ¿estáis de acuerdo con ello?
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