Resulta cuanto menos paradójico los cambios que esta sociedad ha sufrido en cuanto a alimentación se refiere. Antiguamente, la mayoría de nuestros abuelos se alimentaban sin conocer aspectos biológicos o químicos sobre los alimentos o nutrientes. Las fechas de caducidad prácticamente ni se contemplaban y los remedios naturales estaban a la orden del día para paliar enfermedades: plátanos para las diarreas, miel para los resfriados, cebollas para las congestiones… Los niños crecían y se alimentaban con lo que hubiera en la mesa, sin tener en cuenta tipo de hidratos, cantidad de azucares, chucherías o grasas…
La sociedad ha evolucionado, y en su mayoría lo ha hecho en la buena dirección; la tecnología nos ha permitido alcanzar sistemas de conservación con medidas higiénico-sanitarias mucho más estrictas, además los diferentes sistemas de procesado de alimentos han permitido alimentarse (aunque no siempre de manera saludable) a una sociedad cada vez más ocupada y sin tiempo de cocinar.
Los más ecológicos han encontrado un alivio con la tendencia “Bio”, donde los alimentos, aunque más perecederos, se tratan con mimo y dedicación, repercutiendo así en la salud y en el bolsillo de los consumidores.
Pero probablemente si hay algo que ha cambiado radicalmente en esta sociedad, ha sido el “picoteo”.
Los frutos secos y encurtidos han ido abriendo paso a productos alimentarios más insalubres y perjudiciales: Los snacks de chocolate, las patatas fritas en botes, los frutos secos preparados, repostería industrial, chucherías, dulces, y toda esta colección de alimentos perjudiciales…
¿Cómo es posible que las chucherías se hayan instalado con tanta fuerza en la sociedad?
El aporte nutricional de este tipo de alimentos es prácticamente “inaprovechable” para el organismo; son calóricamente muy elevados, y nutricionalmente muy pobres. En su mayoría suelen elaborarse con grasas modificadas para lograr consistencias que no tendrían de manera natural.
El método más común es la hidrogenación de las grasas, con esa práctica, un lípido puede tener más firmeza, aunque eso sí, el alimento final se convierte en perjudicial para la salud. Además, los azucares suelen estar presentes en grandes dosis, otorgándole, una vez más, mejor palatabilidad, pero también incrementando las posibilidades de padecer problemas y enfermedades asociadas a aquellos que los consumen en exceso. En la gran mayoría, el aporte proteico es prácticamente inapreciable, y de los micronutrientes no hay ni siquiera una dosis representativa que nos haga pensar en beneficios para la salud.
¿Por qué existe tal variedad de chucherías y snacks? ¿por qué se compran tanto si no aportan beneficios?
Según “CAOBISCO” (Asociación Europea de Chocolate, Galletas y Confitería de Azúcar), España es el segundo productor de “chucherías” de Europa. El mercado del dulce, ha movido un capital que supera los 500 millones de euros en este País. (según datos de BDK en el informe de 2015).
Los mayores consumidores son los niños, y probablemente sea uno de los principales problemas. La sociedad española de pediatría, ya ha alertado sobre el problema existente que hay entre el consumo de chucherías y su relación con la obesidad infantil y las caries. A nivel psicológico, se utiliza en muchísimos hogares como “refuerzo positivo”; “Si te portas bien, te compro unas chuches” y es ahí donde reside el problema.
Cuando los pediatras o nutricionistas alertan sobre lo insano de este tipo de alimentos, parecen ir en contra de padres, niños y de la propia industria. Sin embargo, las recomendaciones de los expertos es clara en este sentido y la OMS lo avala con los datos sobre obesidad infantil que maneja ( 42 millones de niños obesos en el mundo en el 2013)
Así pues, parece mucho más razonable premiar a los menores con actividades deportivas “Si te portas bien, vamos a dar una vuelta con la bicicleta” y utilizar la limitación de la tecnología, evitando así además el sedentarismo, como castigo “Si te portas mal, hoy no hay televisión ni consola”. Los niños aprenderán que las chucherías, son de consumo excepcional y que en absoluto deben ser consideradas como un “manjar” extraordinario sólo asociado a situaciones positivas.
La educación nutricional es el mejor vehículo para llevar una vida sana y equilibrada, y el periodo más importante de aprendizaje, y sobre todo más eficaz, es durante la niñez.
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Comentarios
interesante como hemos caído en ese juego de premiar con golosinas!! excelente punto de vista!