Sin carne no hay paraíso...
El mundo ha cambiado. En pleno siglo XXI, la longevidad de los seres humanos en los países desarrollados ha aumentado considerablemente. Las condiciones médicas, de alimentación y de higiene han propiciado que la población humana continúe creciendo casi sin límites, llegando a alcanzar la impresionante cifra de 7800 millones. Por desgracia, del mismo modo que cada día nacen nuevas personas en el planeta tierra, los recursos del mismo se ven reducidos en gran medida.
A este ritmo, para que toda la población mundial tenga acceso a una dieta equilibrada, los bistecs de ternera tendrían que crecer de los árboles como las manzanas. Es esto o renegarnos a sustituir la carne por insectos. Aunque esta idea pueda sonar un tanto descabellada e inverosímil, la ciencia ha conseguido acercarse tangencialmente. Quizás en un futuro no muy lejano, cuando le preguntemos a nuestros hijos de dónde procede la carne, lo primero que les venga a la mente no sea un inocente ternerito.
De idea absurda a realidad tangible...
Allá por el año 1932, ya se mencionó por primera vez la posibilidad de obtener carne por métodos no tan convencionales. En su ensayo Fifty Years Hence, Winston Churchill indicó lo siguiente: “En cincuenta años escaparemos del absurdo de criar un pollo entero para comernos la pechuga o las alas, cultivando únicamente estas partes por separado bajo unas condiciones adecuadas”. Quizás fue demasiado optimista, pero en cierto modo acertó.
La realidad en nuestro tiempo es que es posible el cultivo de carne in vitro a partir de células madre obtenidas del animal en cuestión. Tan solo es necesario transferirlas a un reactor donde se aporte un medio de cultivo apropiado rico en nutrientes, factores de crecimiento y energía necesarios para la diferenciación de las células madre en fibras musculares maduras.
La hamburguesa más cara al mundo fue un cultivo de carne in vitro...
El planteamiento suena bien, pero ¿Realmente es tan sencillo? ¿De la placa de Petri a nuestra mesa?
En el año 2013 se llevó a cabo por primera vez la síntesis in vitro de una hamburguesa de carne de ternera en un tiempo récord de tres meses. Esta fue catada por un comité de expertos, que determinó que el sabor era prácticamente el mismo que el de una hamburguesa convencional. No obstante, el coste de desarrollo de dicha hamburguesa ascendía a más de 300000 dólares.
Los expertos señalaron en aquel momento que en un periodo de 10 o 20 años sería posible comprar carne obtenida mediante cultivo in vitro, no obstante, se trataría de un producto de lujo que solo algunos privilegiados podrían permitirse pagar. En pleno año 2022, a casi diez años de esta afirmación, todavía no existe un estante reservado para este tipo de productos cárnicos en nuestros supermercados de confianza.
Ventajas e inconvenientes del cultivo de carne in vitro
Pero además de proporcionar comida para todo el mundo ¿Qué otros beneficios traería el cultivo de carne in vitro? Cuando la carne obtenida in vitro reemplace a la carne convencional, tendremos un producto diseñado a la carta para ser sano y equilibrado. Entre otras cosas, modificando la composición del medio de cultivo se podría reducir el contenido graso de la carne. Además, pueden sustituirse los ácidos grasos saturados por otros más beneficiosos como el omega-3.
Por otra parte, esta carne se obtendría por procedimientos que dejan a un lado el sufrimiento animal y que reducen el riesgo de enfermedades zoonóticas. No es de extrañar que este producto prometa convertirse en una maravillosa opción vegana.
Pero eso no es todo, si tenemos en cuenta el tiempo que tardan ciertas especies animales en alcanzar un desarrollo adecuado para que su carne salga al mercado (varios años en los cerdos, por ejemplo), el cultivo de carne in vitro traerá un producto final de calidad similar o superior en un periodo mucho más corto.
Todo sea por los animales y por el medio ambiente...
Aunque sin lugar a dudas, la ventaja con más peso es la reducción del impacto ecológico. El cultivo de carne in vitro supondrá una mejora en el aprovechamiento de los recursos y del espacio. Las granjas de producción en masa requieren grandes superficies, que no serían necesarias para un biorreactor. Por otra parte, una gran proporción de las hectáreas de cultivos herbáceos son destinados al consumo animal, por lo que reduciendo el número de granjas, se reducirían también la tala de bosques y los niveles de CO2 y metano liberados a la atmósfera (no hay que olvidar que las ventosidades del ganado bovino son una de las principales causas de contaminación atmosférica).
Incluso se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de cultivar in vitro carne de especies exóticas o en peligro de extinción para luchar contra la caza furtiva.
Todavía queda mucha investigación por delante, pero si todo esto se hiciese realidad, haríamos de nuestro planeta un lugar mejor.
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