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Vigorexia y el impacto de la presión social en nuestros cuerpos

En este artículo vamos a hablar sobre la vigorexia y la «adicción al músculo» en una sociedad donde el aspecto físico parece haberse convertido en un pasaporte hacia el éxito.

Los medios de comunicación o las redes sociales refuerzan un perfil físico dominante: un cuerpo musculoso y atlético. Para muchos, esta representación genera una presión constante y establece un estándar inalcanzable.

Y decimos para muchos, en masculino, porque se trata de un trastorno que afecta especialmente a hombres de entre 18 y 35 años y que lleva al límite la búsqueda de la perfección muscular. Es en este contexto donde surge la vigorexia.

¿Qué es la vigorexia y por qué es tan peligrosa?

Como hemos adelantado, la vigorexia, también conocida como dismorfia muscular, es un trastorno mental en el que la persona, a pesar de estar suficientemente musculada, se percibe aún pequeña y sin la definición deseada. Esto la lleva a una obsesión por ganar masa muscular, sometiéndose a rutinas de ejercicio físico extenuantes, dietas extremas y, en muchos casos, al abuso de esteroides anabolizantes.

Pero, ojo, hay que tener en cuenta que no se trata de un cuidado físico o una actividad deportiva que, en principio, es deseable y recomendada por todos los profesionales de la salud, sino de una búsqueda del ‘cuerpo perfecto‘ que no tiene fin y, precisamente, ahí radica el problema.

Y es que cada sesión de entrenamiento debe ser más intensa que la anterior, el consumo de suplementos nunca parece suficiente, y las actividades diarias pasan a un segundo plano, descuidando las relaciones sociales y, en muchas ocasiones, el bienestar general.

¿Quienes son más propensos a sufrir vigorexia?

Diferentes estudios científicos, como las investigaciones realizadas por el Journal of Strength and Conditioning Research, han demostrado que afecta principalmente a hombres de entre 18 y 35 años quienes están constantemente expuestos a modelos de imagen corporal idealizados. Sin embargo, cada vez se observa más casos en mujeres, aunque con manifestaciones son diferentes. Veamos a continuación algunas de las más relevantes.

 Diferencias entre la vigorexia masculina y femenina

En los hombres, la vigorexia se manifiesta principalmente a través de la búsqueda de hipertrofia muscular y volumen, mientras que en las mujeres el foco se encuentra en la definición y la tonificación extrema, evitando la acumulación de grasa corporal.

Las diferencias también se reflejan en el tipo de entrenamiento físico que realizan. Los hombres suelen centrarse en levantamiento de pesas con cargas elevadas y sesiones de alta frecuencia, con el objetivo de incrementar su masa muscular de forma significativa. En contraste, las mujeres con vigorexia tienden a priorizar ejercicios de resistencia y entrenamiento cardiovascular en exceso, buscando una silueta esculpida sin ganar volumen muscular excesivo.

Otro aspecto en el que se evidencian discrepancias es la alimentación. Mientras que los hombres con vigorexia siguen una dieta hiperproteica y con un alto consumo calórico, orientada a potenciar el crecimiento muscular, las mujeres suelen optar por dietas restrictivas, con una ingesta reducida de calorías, grasas y carbohidratos, lo que puede derivar en déficits nutricionales.

Además, la relación con otros trastornos varía según el género. En los hombres, la vigorexia suele ir acompañada de un uso frecuente de esteroides anabolizantes, buscando acelerar el proceso de desarrollo muscular. En cambio, en las mujeres es más habitual la asociación con trastornos de la conducta alimentaria, como la ortorexia o la anorexia deportiva, debido a la extrema preocupación por el control del peso y la composición corporal.

Por último, el impacto psicológico de la vigorexia también presenta diferencias entre hombres y mujeres. En los primeros, se identifica una distorsión de la imagen corporal, acompañada de una dependencia extrema al gimnasio, donde el entrenamiento se convierte en una necesidad ineludible. En las mujeres, se observa un miedo intenso a ganar grasa corporal, lo que se traduce en ansiedad social y una autoexigencia desmedida para mantener un físico definido.

Además de la presión externa, también influyen factores internos como la baja autoestima, experiencias de acoso o inseguridad en la adolescencia, y un entorno donde el rendimiento físico se sobrevalora.

¿Cómo detectar la vigorexia? Señales de alarma

Es completamente normal querer verse bien y mejorar físicamente, no todas las personas que practican deporte y comen saludablemente implican que tengan un trastorno, todo lo contrario. Adoptar hábitos saludables es positivo, pero la diferencia radica en la intensidad y en el impacto que estos tienen en la vida diaria. Por eso, muchos se preguntan, ¿cuándo deja de ser una simple meta y se convierte en un problema? La vigorexia se va desarrollando de manera progresiva, por lo que reconocer las señales de advertencia es clave para prevenir consecuencias más graves.

Una persona con vigorexia suele mostrar una obsesión extrema con su rutina de ejercicio físico y su dieta. No se trata solo de entrenar con constancia, sino de dedicar horas excesivas al gimnasio, descuidando el descanso y otras actividades esenciales. Esta preocupación excesiva por el cuerpo conlleva a un rechazo constante de su propia imagen, sin importar cuánto progreso haya logrado.

Otro signo de alerta es la tendencia a evitar encuentros sociales que interfieran con su régimen de entrenamiento o alimentación. En muchos casos, las personas dejan de compartir comidas con amigos o familiares por miedo a salir de su dieta estricta, abandonando las relaciones sociales. También puede notarse una extrema dependencia de suplementos y, en algunos casos, el uso de esteroides anabolizantes para acelerar los resultados.

El alto precio de la obsesión: Consecuencias de la vigorexia

Más allá del gimnasio, la vigorexia deja una huella profunda en la vida de quienes la padecen, pero también en su entorno más inmediato. Lo que comienza como una afición saludable al deporte puede transformarse en una rutina extrema que afecta la salud física y mental.

A nivel físico, los efectos del sobreentrenamiento pueden ser devastadores. El dolor muscular crónico, el desgaste de las articulaciones y la fatiga extrema son algunas de las consecuencias más inmediatas. Además, es común la asociación entre vigorexia y abuso de esteroides anabolizantes, lo que puede derivar en problemas hepáticos, alteraciones hormonales y aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Pero las repercusiones no se limitan únicamente al cuerpo, la vigorexia también impacta el bienestar emocional y psicológico. La insatisfacción constante con la imagen corporal puede llevar a episodios de ansiedad y depresión, potenciados por el aislamiento social que genera la obsesión con el físico. Las personas que padecen este trastorno pueden sentirse atrapadas en un círculo vicioso de entrenamiento, sin encontrar satisfacción en sus logros ni en su entorno.

¿Se puede prevenir la vigorexia?

La buena noticia es que sí. La prevención comienza con la educación y el desarrollo de una relación sana con el deporte y el cuerpo. Y, aunque no todo está en nuestra mano, podemos contribuir a poner en práctica algunas estrategias clave relacionadas con:

  • Promover un concepto de belleza diverso, donde el bienestar pese más que la estética.
  • Fomentar el descanso y la recuperación como parte fundamental del entrenamiento.
  • Evitar el consumo de sustancias peligrosas y educar sobre sus riesgos.
  • Desarrollar un enfoque equilibrado hacia la actividad física.
  • Buscar apoyo psicológico si aparecen signos de dismorfia muscular.

Tratamientos y soluciones para recuperar el equilibrio

Si bien la vigorexia es un trastorno complejo, hay soluciones efectivas. Las terapias cognitivo conductuales han demostrado ser de gran ayuda para cambiar la percepción distorsionada del cuerpo y mejorar la autoestima. En algunos casos, se recomienda acompañamiento psiquiátrico para tratar trastornos asociados como ansiedad o depresión.

El apoyo de familiares y amigos también juega un papel crucial en la recuperación, ayudando a la persona con vigorexia a redescubrir el equilibrio en su vida.

La educación en actividad física y salud es fundamental para promover hábitos sostenibles alejados de la obsesión. Para ello, contar con una formación especializada es una ventaja, y programas como el Máster en Actividad Física y Salud de INESEM permiten adquirir los conocimientos necesarios para entender los efectos del ejercicio en el bienestar físico y mental, ayudando a prevenir trastornos relacionados con la imagen corporal.

Referencias

Skemp, K. M., Mikat, R. P., Schenck, K. P., & Kramer, N. A. (2013). Muscle dysmorphia: Risk may be influenced by goals of the weightlifter. Journal of Strength and Conditioning Research, 27(9), 2427–2432. https://doi.org/10.1519/JSC.0b013e3182825474

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